Cuando el mundo se conmocionaba tras la salida de la II guerra mundial emergieron organismos que mostraron su carta de presentación a los países, los “sub-desarrollados”, como soluciones de todos los males. Retomar la construcción de todas las falencias: educativas, habitacionales, ambientales, etc. Allí por los años 60´ surge el BID.
Retomando… hoy en nuestra ciudad unas 70 Familias reclaman acceder a créditos “accesibles” de financiamiento para construir sus propias viviendas. El municipio expropió unas 23 hectáreas y acuerda financiarse por US$7 millones de dólares de capital privado para desarrollar obras públicas. Gestiones anteriores realizaron financiamientos con la misma institución y la cosa sigue igual. Las brechas por vivienda y alimentación siguen brotando desde abajo y se amplían aun más.
La forma en que se define el desarrollo no puede venir de la mano de quienes ocupan una posición en el mundo que en su propia naturaleza se halla atada con intereses corporativos. Si seguimos eludiendo el acercarnos a cuestionar todo aquello que esté instituido, para saltar hacia un nuevo devenir, el temita del desarrollo será lo que nos hacen beber del abrevadero apenas unas cuantas gotas del derrame.
En todo caso, orientarnos será dirigir las energías desde abajo para el impulso de políticas sociales en un sentido. Y no el inverso.