El malestar generalizado a nivel nacional fue mucho más allá de lo que se expresó como un voto castigo en las urnas el 11 de agosto en las PASO. De los posicionamientos y comunicados pasamos a paros, movilizaciones, cortes de rutas y acampes. El movimiento es una constante que la institucionalidad parece no poder contener hasta octubre.
Vaca Muerta, considerado uno de los yacimientos energéticos más importante del planeta, emerge como un centro que eclipsa las luces de las avenidas porteñas en un escenario de conflictividad creciente en el que se cruzan, por un lado, los intereses de las industrias petroleras y gasíferas, en busca de maximizar las ganancias, y por el otro, trabajadores petroleros, estatales, docentes y el pueblo mapuche con sus luchas por condiciones dignas de trabajo y soberanía sobre el territorio.
Mientras el foco de los diarios mediatizan la persecución sindical, en un recuadro se destaca que Gendarmería Nacional se hará cargo de custodiar los yacimientos a 48 horas de un ataque con drones en dos instalaciones petroleras pertenecientes a la empresa de bandera saudita, Aramco, generando reacciones de escala internacional.
Y como decimos que es crisis, lo es allá, desde el otro continente, pasando por el sur argentino, inclusive en la ciudad con los comedores que no pueden seguir esperando más por aquello que le corresponde al pueblo trabajador. Estos son algunos de los componentes que señalan cuál es el enfrentamiento, abandonando el concepto de unidad como vaga consigna para pasar a ser síntesis del momento histórico.
Para construir la felicidad del pueblo y salir de esta crisis, deberemos definir. O ganamos tiempo construyendo nuestro propio camino o eternamente iremos corriendo detrás de la zanahoria.