La aparición del coronavirus -COVID-19- profundizó las críticas condiciones de vida de las mayorías populares. A fines del año 2019 la pobreza en Argentina alcanzó al 40,8% de la población según había indicado el Observatorio Social de la UCA.
Desde Tribuna, pudimos conversar con algunas referentes de comedores de las ciudades de Villa María y Villa Nueva, consultando acerca de la situación que atraviesan los barrios luego de que el gobierno nacional publicó el Decreto 297/2020 de “Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio” como método de prevención por posibles contagios de la pandemia.
Desde La Calera, Marisa Sánchez, referente de Caritas Felices comentó que al espacio vienen niños que “si no comen la comida del comedor, no tienen” otra. Preocupada por la situación que aqueja a los barrios, la referente exclamó: “entiendo que nos tenemos que cuidar, estoy convencida de que es una guerra que entre todos la tenemos que ganar, pero los alimentos de los niños tienen que estar”.
“Entiendo que nos tenemos que cuidar, estoy convencida de que es una guerra que entre todos la tenemos que ganar, pero los alimentos de los niños tienen que estar”.
En la misma sintonía, María Inés, integrante de la Biblioteca Popular Eva Perón que funciona en Los Olmos describe que el virus puede afectar tanto a ricos y pobres con la diferencia que los primeros tienen una tarjeta de crédito con la que podrán abastecerse en los supermercados, pero “¿Y en las bases?” y “¿En los territorios?” se pregunta.
Ante este escenario, nos cuenta que desde la organización preparan alrededor de 150 raciones de comida tres días a la semana. Complementando martes y jueves con otras organizaciones del barrio. Según la referente, con la experiencia de procesos anteriores hemos aprendidos a articular redes de trabajo en el territorio, “lo que no puede un día uno, lo hace otro”.
Restricciones
Para los comedores la situación de crisis no es ajena. Dos espacios del barrio Nicolás Avellaneda han paralizado su actividad. Según Julia de FeNaT (Federación Nacional Territorial/ CTA-A) quien sostiene un merendero en el mismo, “la necesidad que se vive es muy grande”. Si bien se pudo distribuir los últimos bolsones de mercadería para los vecinos, “en mi situación tengo mi marido que por su situación de salud, no está trabajando. Yo trabajo de empleada doméstica y desde el día 1 que empezó todo no me llamaron de ningún lado”. Estamos “muy mal, tratando de sobrellevarla” sentencia.
En paralelo Thelma, del comedor Esperanza cuenta que en el espacio se entregan unas 120 viandas de lunes a viernes. En el marco de la cuarentena las donaciones de mercadería con las que contaban han quedado paralizadas puesto que no encuentran posibilidades de trasladarse para retirar las mismas. Similar es la situación en Villa Nueva dónde Fabiana dice “no tengo quien me ayude con la mercadería. Nadie te dona en estas circunstancias, es imposible que se expongan a traer provisiones”. Y agrega que “tuvo que cerrar porque la policia no te deja abrir el merendero”.
Al respecto, Marisa fue tajante al afirmar que “la gente de la municipalidad me dijo que tenía que cerrar el comedor, la peleé y logre hacerlos entender que no podemos dejar a los niños sin comida. Le dije a uno, ¿Vos vas a venir a traerles la comida a casa? Yo me quedo tranquila, pero mientras tanto me llevaras presa”.
Informales
El desempleo y el trabajo informal son parte del diagnóstico vírico de la sociedad que ha naturalizado tales síntomas, presentando en los barrios populares los cuadros más complicados de afrontar.
Para María Inés, en Los Olmos, “la problemática existencial es un alto porcentaje de desempleo. Y los que tienen empleo es de manera informal”. “Hoy me encuentro con dos pibes que viven de changas y me dicen que hace 10 días que no podemos hacer nada”. “Ese sector está muy caído”.
Más duro fue el relato de Marisa quién describió cuando un “papá muy angustiado” le comentó ¡“No sé qué vamos a hacer, ya no tenemos más nada y no podemos salir a trabajar. Mi mujer trabaja de empleada, y no la llaman!”. Si bien han recibido la tarjeta alimentaria, la mayoría de los papas trabajan de changas y ni siquiera pueden salir a hacer eso concluyó.
Según los indicadores por municerca del primer semestre de 2019 en la zona que abarca a Los Olmos, la pobreza por personas alcanza a 34,50%, mientras que el sector que contempla La Calera llega a 22,81%.
Tejiendo redes
En Villa María una red de comedores y merenderos realiza una difusión bajo la proclama “El hambre no se toma cuarentena” para recaudar dinero a fines de comprar alimentos que posibiliten sostener el trabajo diario de las organizaciones en los diferentes barrios de la ciudad.
Con “los recaudos y medidas indicadas seguimos asegurando el mínimo de alimento en los hogares” resalta el mensaje difundido por los comedores. Firman este llamado: Agrupación La Unidad; Biblioteca Popular Eva Perón; Casita Eduardo Requena; Cepia; Comedor Esperanza; Cooperativa Mujeres en Lucha; La Poderosa; Seamos Libres y Unidad Básica Ramón Campodónico.
En tiempos donde prima la búsqueda de beneficio individual, las redes de organizaciones y sus actividades conjuntas fortalecen hoy más que nunca el objetivo colectivo, rompiendo con las barreras del aislamiento social.
Para colaboraciones:
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