A 170 años de su siembra, la disputa por el imaginario del prócer patrio toma hoy una relevancia particular ante las movilizaciones previstas en distintos puntos del país.
Eclipsando su obra en su perfil militar y el paso de la cordillera de los Andes, suele omitirse a menudo el significado de hechos históricos que tuvieron a “El Libertador” en el centro de la escena.
El Congreso de Tucuman, el 9 de julio de 1816, suele pensarse en un contexto de peligro ante la contrarrevolución y la disputa política interna, para San Martín, la Declaración de Independencia fue, antes que nada, el paso necesario para la formalización del ejército de Cuyo para llevar adelante el plan estratégico de cruzar los Andes para liberar Chile y Perú.
En este marco, es conocida la postura que impulsó, junto a Manuel Belgrano, de coronar un monarca Inca. La contradicción en este sentido no fue democracia o monarquía, sino la escala necesaria del proyecto de liberación nacional, frente a los intereses entreguistas de los estancieros de la pampa húmeda.
Para homenajear su partida, es importante recordar también a Bolívar, a Artigas, a Monteagudo, a Morazán. Para rememorar su siembra, es menester hacerlo desde el partir de la gesta que aún no se dio: la independencia y la unidad latinoamericana. Es este su legado y nuestra tarea.