En los últimos días se dieron a conocer los datos de pobreza en el país alcanzando un triste 42% de la población que no puede cubrir la canasta básica para el hogar. En los desagregados, la crisis golpea aún más a niños y jóvenes.
A esa situación, debe sumarse que ingresamos en un rebrote del virus por lo cuál ya comenzaron a tomarse medidas para la continuidad del aislamiento como forma de prevención. Recordemos que esta semana tuvo lugar el Día Mundial por la Salud y los trabajadores del sector la recordaron con jornadas de protesta en distintas localidades del país. En el caso de la provincia de Córdoba, el Gobierno había avanzado con el despido de 100 trabajadores con contratos de flexibilidad que, a pesar de restituir algunos de ellos, aún son parte de ese porcentaje de pobreza que engrosa los números del INDEC.
La situación ha empeorado en detrimento del pueblo, nadie puede seguir mirando para otro lado. Ello es una condición posible en tanto un margen estrecho de milmillonarios engrosan los datos de otros indices, como los expuestos por la revista Forbes y sus “aclamados” magnates. Las medidas adoptadas para fortalecer los sistemas sanitarios han sido insuficientes y lo seguirán siendo porque en este marco de condiciones la rentabilidad pesa más que la vida de los compatriotas.
La salud es mucho más que evitar contagiarse de este virus. Es la posibilidad de desarrollar nuestras vidas bajo condiciones dignas de trabajo y educación, donde hombres y mujeres seamos el centro desde donde pensar las necesidades, y no las estadísticas frías de una balanza contable.
Actualmente la sociedad muestra los mayores progresos técnicos y científicos que ha conocido en la historia y, a pesar de ello, el conocimiento y el producto de esos avances se han privatizado sin control. La escasez de vacunas es la muestra palpable de ello, pero podríamos continuar con una larga lista.
El tiempo pasa, nuestros cuerpos se desgastan y cada vez más rápido. Luchar por superar este virus es retomar la discusión de un modelo de sociedad que priorice la vida ante el lucro, dónde nuestras acciones de solidaridad no sean un acto de resguardo individual sino de superación colectiva de esta crisis a la que nos han arrojado cómo trabajadores.