Aprendemos constantemente de las nuevas formas de lucha y grados de avance político de la clase trabajadora. La rebelión en Neuquén, los trabajadores de Dánica (San Luis), la toma de ArreBeef (Buenos Aires), enfermeras, docentes, estatales, entre muchos otros, salen a confrontar, no ya contra un gobierno o partido en particular, sino contra el ordenamiento social que los somete a la pobreza y condiciones pésimas de trabajo.
Lo anterior, compone una situación que no se puede medir con los parámetros a los que acostumbramos en momentos anteriores, donde los conflictos intentan ordenarse desde un punto de vista sectorial y cerrado, ocultando su verdadera naturaleza.
El consenso emprendido entre distintos sectores dominantes expresa su contracara en la realidad misma, y ya no hacen falta grandes abstracciones teóricas para comprender cabalmente lo fundamental de este sistema tan perverso y voraz.
Asimismo, insistimos en que la dispersión de cada lucha por separado sigue y seguirá siendo la garantía absoluta de dominación de quienes hoy nos dominan.
En este escenario, nuestra tarea principal es expresar la fuerza organizada en exigencias de un interés común que pueda integrarse a un programa político de todos los que luchan, de los trabajadores conscientes de que la única opción que nos queda es librar el camino propio hacia la solución de nuestro problema fundamental: organizar el trabajo y lo que este produce para la satisfacción de las necesidades de la comunidad toda.
Ello sólo será posible con la clase trabajadora como protagonista de su propio destino.