Durante el 20 de noviembre de 1845 tendría lugar en el lecho del Río Paraná la Batalla de la Vuelta de Obligado, un choque entre las fuerzas imperialistas y los federales nucleados en la Confederación Argentina.
Han transcurrido 176 años desde el momento en el que las fuerzas británicas y francesas irrumpieron paso por nuestros ríos con el objetivo de anexar territorios para su explotación comercial.
Lucio Norberto Mansilla, un militar de la provincia de Buenos Aires, bajo las órdenes de Juan Manuel de Rosas, fue el encargado de reunir a los batallones para bloquear el ingreso de los buques extranjeros. La estrategia militar, el bloqueo de la navegación a través de cadenas que cruzaban el río de lado a lado y la actitud de los combatientes fueron los determinantes que echaron por la borda los planes de invasión.
La lucha contra el control extranjero de nuestras tierras y el robo de las riquezas produjeron de facto un acto de justicia. La disposición de un pueblo consciente de sus intereses forjó la base sobre la cual hoy recordamos esta fecha como el Día de la Soberanía.
Pero los ambiciosos planes del imperialismo continúan vigentes y a través de las mismas aguas se siguen llevando hacía el exterior toneladas de alimentos, recursos minerales, energéticos, en síntesis los frutos del trabajo del pueblo.
En la actualidad, los navíos extranjeros no necesitan de la fuerza militar para abrirse paso en nuestro territorio, ya que utilizan los conductos del sistema financiero legitimados por el sistema democratico y el consenso social.
Cómo forma concreta, este sometimiento presiona al país dependiente imponiendo deudas fraudulentas e impagables, contraídas por pequeños grupos que acrecientan sus ganancias y que son pagadas con el hambre de la clase trabajadora.
Se exprime a los trabajadores y se subordina la organización del trabajo a formas de producción alejadas de las necesidades populares a través de la primarización de la economía. Mientras flamea la bandera de la inserción internacional se profundiza la dependencia externa.
Así, la única opción viable que se nos presenta es un plan sistemático y estructural para conseguir dólares que ayudarán a pagar intereses y vencimientos, mientras crece la desocupación y las familias no logran cubrir una canasta básica para la supervivencia.
Escondida detrás de las ilusiones democráticas y entre alternancias partidarias, el círculo vicioso de la deuda continúa girando mientras condena a la miseria a miles de trabajadoras y trabajadores.