Presidentes de los países más poderosos del mundo se reunieron para definir los lineamientos estratégicos globales.
Los gobernantes de las principales economías del mundo se juntaron la semana pasada en dos cumbres. Por un lado, el Grupo de los Siete (G-7), que nuclea políticamente a las principales economías del mundo, y por otro, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el brazo armado para la defensa de los intereses de EEUU y la UE, principalmente.
El grupo de los 7
La cumbre de este organismo tuvo lugar los días 26, 27 y 28 de junio en la ciudad de Munich, Alemania. Allí conversaron sobre la situación de guerra en el este europeo y la imposición de “costes económicos inmediatos y graves” a Rusia, ya que la consideran la principal amenaza de la seguridad de la economía global.
A este encuentro se unió Argentina como invitado en representación de la Confederación de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) con el objetivo de llevar las demandas de la región en cuanto a seguridad, alimentos y energía. También estuvieron presentes los representantes de Indonesia, Sudáfrica, Senegal e India.
El brazo armado
Al finalizar el G-7, el día miércoles 29 de junio comenzó la cumbre de la OTAN en la ciudad de Madrid. Además se sumaron los socios Finlandia, Suecia, Georgia, Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo en el cierre del encuentro que “Rusia y China continúan buscando ganancias políticas, económicas y militares en nuestro vecindario del sur. Tanto Moscú como Pekín están utilizando la influencia económica, la coerción y los enfoques híbridos para promover sus intereses en la región”.
Por último, los líderes miembros aprobaron un documento llamado “Concepto Estratégico” en el cual mencionan que uno de sus principios es “asegurar nuestra defensa colectiva, contra todas las amenazas, desde todas las direcciones. Somos una Alianza defensiva”.
En el entorno estratégico mencionan que “los competidores estratégicos ponen a prueba nuestra resiliencia y buscan explotar la apertura, la interconexión y la digitalización de nuestras naciones. Interfieren en nuestros procesos e instituciones democráticos y apuntan a la seguridad de nuestros ciudadanos a través de tácticas híbridas”.
“La República Popular China busca controlar sectores tecnológicos e industriales clave, infraestructura crítica y materiales estratégicos y cadenas de suministro. Utiliza su influencia económica para crear dependencias estratégicas y aumentar su influencia. Se esfuerza por subvertir el orden internacional basado en reglas, incluso en los dominios espacial, cibernético y marítimo”, continúa el comunicado.
Por último, menciona que “las tecnologías emergentes y disruptivas traen tanto oportunidades como riesgos. Están alterando el carácter del conflicto, adquiriendo mayor importancia estratégica y convirtiéndose en escenarios clave de la competencia global. La primacía tecnológica influye cada vez más en el éxito en el campo de batalla”.