El Estado promueve políticas que buscan generar las mejores condiciones para la reproducción del capital. Justamente esto ocurre porque es el capital quien controla al Estado. Todos los recursos de los países han sido entregados sin chistar a los bancos privados promoviendo el “salvataje” sin medida a favor de consolidar “sistemas financieros sólidos”, como dicen desde la Reserva Federal de EE.UU.
En Argentina, la afirmación acerca del Estado presente toma fuerza en los reclamos de las organizaciones y la militancia. Ahora bien, la pregunta que debemos hacernos ante ello es, esa presencia ¿a quién favorece?
Recientemente y casi sin hacer muchos alardes, el Gobierno Nacional tomó la decisión de que todos los organismos estatales que cuenten con títulos de deuda en su poder deberán cambiarlos y convertir los ahorros a pesos.
Así, de un plumazo y por decreto, los recursos de estos organismos serán entregados como botín de guerra para los bancos privados y fondos de inversión quienes serán los nuevos tenedores de esos títulos, los mismos que empujaron al país a un proceso de endeudamiento y los que ahora cobrarán con dólares el pago de una deuda que sólo ha traído hambre y desocupación para los trabajadores.
Esto se da en un contexto global dónde los Estados han lanzado la iniciativa de ejecutar reformas en los regímenes previsionales que tiene por medida principal elevar los años mínimos que deberán tener los trabajadores para jubilarse.
Históricamente los recursos de las cajas jubilatorias representaron una tentación para los capitales que reconocen la inmensa masa de dinero que los trabajadores alimentaron con el sudor de su frente durante toda su vida. El caso más concreto de ello es BlackRock, principal gestor de activos en el mundo, que tiene sus orígenes como una administradora de fondos de pensiones.