A pesar del destello de las armas, el escenario principal donde se enfrentan las clases dominantes tiene más que ver con el control del dinero a través de las finanzas globales, la deuda pública y el control de los recursos, apropiándose con ello de las riquezas producidas por los trabajadores a escala global.
En paralelo, promueven cumbres entre actores del ámbito económico y político de países de todo el mundo donde discuten sus planes y firman nuevos acuerdos, como en el G-7 o las “orientales”. Con ello, imponen condiciones al entramado empresarial y gubernamental para promover sus intereses en las distintas regiones del globo.
En el país, en pleno contexto electoral y en medio de un feroz enfrentamiento por el control de los recursos, el régimen se desarrolla prácticamente sin limitaciones donde, por un lado, desde el mismo Estado se promueve el desarrollo del mercado financiero de deuda, mientras que, por otro, las fuerzas políticas debaten sus diferencias sólo en la manera de llevarlo a cabo (si es en pesos o en dólares).
Hoy, a 40 años de la vuelta de la democracia, los intereses de aquellos sectores sociales que dieron rienda a la dictadura militar en la década del 70´, una vez asentados en el país, cedieron las elecciones ciudadanas a costa de mantener intacta su posición de poder y dominación.
De esta forma, la democracia en la actualidad cuenta con ese doble filo de ofrecer a la ciudadanía la estrecha posibilidad de elegir a los funcionarios de gobierno cada 2 y 4 años, mientras que los grandes actores financieros actúan todos los días a través de la bolsa de valores y la cotización accionaria ejecutando la política económica de facto.