En Jujuy se desató un enfrentamiento que involucró a cientos de trabajadores, estudiantes, indígenas, que fueron reprimidos por las fuerzas del Estado. Este aleccionamiento sobre la protesta es una muestra de cómo intentan cercenar la lucha por mejorar las condiciones de vida.
No se trata simplemente de una reforma normativa sino de partir aguas en el movimiento social y fraccionar a la clase trabajadora. En efecto deja reducida su participación a la convocatoria a las urnas. Mientras, los costos de la crisis se cargan sobre las espaldas de los trabajadores, postergando cualquier expectativa de mejoría a la próxima elección.
Tampoco se explica la criminalización de la protesta sin ubicar la condición de endeudamiento externo a la que estamos sometidos. Las inversiones para la explotación del litio son una prioridad para la búsqueda de dólares destinados a los pagos de la deuda pública, como se vio durante la gira de Massa a China.
Este ciclo de extractivismo recorre todas las latitudes de nuestro territorio. En la pampa, las tierras son devastadas por la exportación de granos y derivados. En el sur, la entrega del agua y la explotación de minerales/combustibles condiciona el “crecimiento” a la miseria y pobreza de miles de trabajadores.
La situación actual nos hace un llamado a organizarnos ya no en un acto de “solidaridad”, sino como destinatarios de la violencia diaria: sueldos devaluados, endeudamiento para los consumos básicos, y represión a la protesta. La disputa por el destino es nuestra, y así debemos asumirla.