Cada vez es más difícil afrontar la demanda de las personas que necesitan un plato de comida.
Los comedores y merenderos comunitarios de la ciudad sufren la inflación galopante de los alimentos y la creciente incertidumbre cambiaria que devalúa constantemente el poder adquisitivo. Con una canasta familiar cada vez más costosa, son los principales refugios a los que muchas familias deben acudir para satisfacer sus necesidades alimentarias.
Tribuna dialogó con Marisa Sanchez, representante del comedor “Caritas Felices” del barrio La Calera, quien comentó que “la situación de los comedores actualmente no es nada buena, incluso se han ido incorporando nuevas personas, para comer cada día”.
“Tenemos papás que no tienen trabajo y el que lo tiene gana lo mínimo, lo que hace que no alcance para garantizar la comida de todo el mes”. Además, comentó que las donaciones continúan pero que hay una notable disminución principalmente en los alimentos que llegan al comedor.
“En Caritas Felices hay que alimentar 86 bocas que se acercan al comedor a buscar un plato de comida que seguramente será lo único que consuman en el día. Para poder darle de comer necesitamos grandes cantidades de alimento, estamos siempre al límite”. cerró Sanchez.
Por otro lado, hablamos con Thelma Gomez, del comedor “Esperanza”, que funciona en el barrio Nicolás Avellaneda, quien aludió que “la situación está difícil y que cada vez hay más gente que busca sumarse al comedor porque la inflación golpea el bolsillo de las familias”.
“Las donaciones han disminuido muchísimo, tanto las que se hacen de manera particular, como las que provienen de la Municipalidad que decide mes a mes reducir algún producto. En el último tiempo dejamos de recibir el gas, algo fundamental para poder sostener el comedor”, sentenció Thelma.