Con la victoria de Milei, algunas fichas del tablero se reorganizaron con la emergencia de nuevos y viejos actores políticos que conducirán las herramientas del Estado.
Con este movimiento de piezas, las fracciones del poder explicitan los conflictos en el frente de combate por imponer un programa político y con él la constitución de las alianzas dominantes.
Ejemplo de ello lo constituye el sector financiero, donde los bancos tenedores de deuda del BCRA (Leliqs) están presionando para obtener su porción de la torta ante el “desarme” de las letras.
A cambio, piden mayor rentabilidad para sus negocios. Marcan la cancha (en sintonía con lo planteado por Milei) de profundizar un ajuste al gasto público, elevar el valor del dólar y comprar los bonos seguros que el Banco Central tiene en su poder.
También las agroexportadoras se expresaron a través de sus dirigencias para presionar al gobierno entrante para que elimine todas las restricciones posibles a la exportación. Ellas serían beneficiadas de una mayor devaluación.
Desde el sector energético habían realizado hace unas semanas una muestra de poder cuando condicionaron el abastecimiento de combustible. Instantáneamente se les habilitó una suba del precio interno.
Los bancos extorsionan con las Leliqs; las agroexportadoras juegan una posición privilegiada con la necesidad de recaudar dólares para el pago de la deuda externa; y los petroleros lo hicieron con el abastecimiento. Mientras que desde el polo del trabajo nos encontramos desarmados y actuando a reacción.
Lo que podemos advertir es que los otros juegan con una iniciativa y luchan con su programa para condicionar la política de gobierno. Es quizás esa la guía de la que debamos tomar nota para configurar una posición propia en el tablero, o patearlo si hiciera falta.