La necesidad de los grandes capitales globales por escalar en la obtención de ganancias los condiciona objetivamente a enfrentarse unos contra otros. Algunas expresiones podemos verlas a partir de la centralización monetaria, con las subas y bajas de la tasa de interés de la Reserva Federal (FED), o los movimientos de tropas en diferentes regiones.
Esta agudización de las contradicciones entre fracciones las obliga a destinar mayores cantidades de recursos a su enfrentamiento. Al mismo tiempo aumenta la explotación sobre el trabajo para sostener la productividad arrojándonos a la miseria y el empobrecimiento.
La guerra mundial hace pie en Argentina con la llegada de los exponentes de la OTAN en los mares del sur rodeando la Antártida. El desfile de buques estadounidenses y franceses para el entrenamiento de la Armada muestran un estado de conflicto latente entre las fuerzas en pugna.
Otro frente de batalla se libra en el circuito financiero donde el gobierno promueve el ingreso de dólares a través de la emisión de letras y del endeudamiento del Tesoro. La venta actual de los papeles del Estado rematan el país a los inversores globales para conseguir divisas que luego son fugadas como pago de la deuda externa.
En ese marco, la garantía de la “rentabilidad” financiera del país es asegurada a los inversores dentro de la Ley Bases con el RIGI. Un régimen que, a cambio de dólares frescos, brinda condiciones para el saqueo otorgando 30 años de estabilidad fiscal y cambiaria y acceso al mercado de capitales de forma privilegiada.
Esta intensidad del enfrentamiento arriba, entre los grupos de poder, es una bisagra en la situación que abre posibilidades para cambiar el rumbo político desde abajo.