La agenda gubernamental que descansa sobre el ordenamiento económico a favor de las fracciones financieras y las protestas que emergen en el seno de las luchas educativas no son dos realidades separadas, sino situaciones de un mismo problema.
El mismo tiene sus manifestaciones, pero el corazón de aquel se encuentra, por ejemplo, en la competencia exacerbada entre capitales por la apropiación de ganancias y su lucha por el control de las administraciones del Estado para accionar políticas jugando a favor de sus reglas de acumulación.
Así, la fracción financiera en el gobierno toma la iniciativa y condiciona el ordenamiento social acomodando las piezas a su favor, acrecentando sus ganancias bajo un modelo basado en la emisión de deuda sin límites.
Las prioridades del poder no coinciden con el de los millones de trabajadores que apenas le alcanza para subsistir, y eso es así adrede, porque de esa manera configuran un escenario donde las urgencias y las necesidades nos mantienen en situación de debilidad.
Y si de prioridades se trata, podríamos ejemplificar las declaraciones del ministro de Economía que sale a defender “la dignidad de la gran mayoría de los banqueros, que priorizaron el futuro del país por sobre los intereses de sus instituciones” al cambiar las opciones de liquidez (las llamadas cláusulas puts) por otras tenencias de deuda, mientras miles de argentinos no cubren sus necesidades básicas.
En ese marco, los universitarios están marcando un surco en la lucha: por estos días han declarado el no inicio de clases. Ya no se trata tán solo de la recomposición salarial, sino de recomponer una posición como trabajadores para pelear ante los vaivenes de la política.