Mientras los gobiernos construyen los relatos de la realidad del trabajo a su conveniencia, los datos del mercado laboral marcan la precariedad como un horizonte inevitable en el largo plazo.
El pasado viernes el Indec publicó el Índice de Salarios, indicando que en mayo los ingresos registraron un aumento de 3%, frente a un índice de precios al consumidor (IPC) que avanzó 1,5% con respecto al mes de abril.
Según el informe, los salarios registrados privados se incrementaron un 2%, los ocupados en el sector público fue del 3,3%, y los trabajadores que están en la informalidad tuvieron un alza de 5,6%.
“NO APTO PARA MANDRILES. El salario real sigue creciendo…”, celebró el presidente Javier Milei en la red X al replicar el informe.
NO APTO PARA MANDRILES
El salario real sigue creciendo…
VLLC! https://t.co/ieBRw4413I— Javier Milei (@JMilei) July 24, 2025
Cuando con trabajar no alcanza
Sin embargo, las negociaciones paritarias indican su rezago en el marco del techo fijado por la política nacional. De acuerdo a un informe de la CTA basado en datos oficiales del primer trimestre del año, la mayoría de los sectores han ido a pérdida en relación a la inflación en el primer trimestre de 2025.
Encabezan las mayores pérdidas salariales el trabajo de casas particulares, con una caída del 6,8%, seguidos por los empleados judiciales de la Nación, con un 6,2%. Detrás se ubican los trabajadores textiles (4,6%), del sector de sanidad (4,5%), alimentación (4,3%), perfumería (4,3%), empleados públicos (4,2%), metalúrgicos (3,9%) y gráficos (3,7%).
Aun así, el Ministerio de Capital Humano celebró en un comunicado el “crecimiento real del 19,2% en los ingresos de los trabajadores desde diciembre de 2023” calculado con datos del Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (Ripte). Tomando la comparación con noviembre de 2023, es decir, contemplando el efecto de la devaluación llevada adelante por la actual gestión, el incremento se reduce al 3%.
El abogado Luis Campos, del Instituto de Estudios y Formación de la CTA Autónoma, aseguró que el Ripte “nunca se tomó para medir la evolución de los salarios por dos razones: solo toma los trabajadores estables (los que tienen más de un año de antigüedad) y solo toma la remuneración imponible sujeta a los aportes a la seguridad social”.
Las familias trabajadoras sufrieron las consecuencias catastróficas de la pandemia, donde el 60% de la población vive con $17.600 o menos y alrededor de 5 millones de personas viven en la indigencia. En base a los informes periódicos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) se puede observar como el hacinamiento, el hambre y […]
Por el contrario, Campos señala que el salario real “entre enero y mayo retrocedió un 5,5% y ya se ubica un 1,4% por debajo de noviembre de 2023”, según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), que no distingue entre jornadas completas y parciales.
Por otro lado, la canasta básica alimentaria (CBA) y la canasta básica total (CBT) aumentaron en junio 1,1% y 1,6%, respectivamente, acumulando 12,6% y 10,1% en lo que va del año, por debajo de la inflación. De esta forma, el valor de la canasta para que una familia tipo de 4 integrantes no se considere pobre fue de $1.128.398 en junio, mientras que para superar el umbral de la indigencia, el costo familiar se cifró en $506.008.
Para los trabajadores del Indec agremiados en ATE, el costo para cubrir las necesidades básicas de una familia tipo asciende a $1.715.988. Esa cifra incluye una canasta alimentaria de $639.836 y otros bienes y servicios por un valor de $1.230.088. Sin embargo, el salario mínimo impuesto por decreto del gobierno se elevó este mes a $317.800.

Un dato que ilustra este panorama es la escala de la morosidad de los hogares. Según la consultora Labor, Capital and Growth (LCG), hasta abril de 2025 la morosidad en préstamos personales aumentó 0,8% en un mes, trepando al 4,6% y en tarjetas de crédito al 2,9%. La consultora advierte que hay “cada vez más cancelaciones de montos apenas arriba del mínimo, y luego ni siquiera llegando al mínimo (mora)”.
Y si es que se consigue trabajo
Lejos de ser una situación coyuntural, la pérdida salarial se profundiza en el marco de una proceso estructural de reprimarización y precarización del trabajo, degradando progresivamente las condiciones de vida de las grandes mayorías que cuentan con cada vez menos recursos y oportunidades para ganarse el pan.
Según Indec, los puestos de trabajo subieron 1,1% entre el primer trimestre de 2024 y 2025. No obstante, el incremento se apoyó en el crecimiento de los puestos de trabajo no registrados (+0,8 %) mientras los registrados acusaron una caída del 0,6%.
Del total nacional de 21 millones de personas con trabajo, 8,8 millones lo hacen sin estar registradas, lo que significa que el 42% del total de ocupados se encuentran en la informalidad, según surge del último informe de análisis de Argendata.

Desagregando los rubros de mayor informalidad se destacan el agro, la gastronomía, el servicio doméstico y la construcción, superando el 60%; al tiempo que en sectores más beneficiados por este modelo, como la energía y las finanzas, el umbral se ubica por debajo del 15%.
Paralelamente, el creciente trabajo formal independiente (No asalariados), instituido en la figura del monotributista, ayuda a maquillar la devaluación del trabajo formal. Entre 2012 y 2024 el número de trabajadores inscriptos en el régimen del monotributo se incrementó un 56%, mientras que el de asalariados formales creció sólo 3%.
Según el análisis del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP), el 85% de los 171.000 puestos de trabajo perdidos entre marzo de 2024 y 2025 se deben a la caída de puestos de trabajo de la industria, en un escenario en el que la actividad representa el 19% del total del trabajo registrado.
Entre las décadas de 1960 y 1970, el empleo industrial llegó a representar aproximadamente entre 32% y 35% del total del empleo.
Más allá del color de las boletas, la reconversión del capital a nivel global que tuvo lugar tras los procesos de enfrentamientos civiles y bélicos durante los 70’ impuso una reconversión del modelo de negocios asentado en los grandes asentamientos industriales con empleos formales y estables con dirección al sector financiero y de servicios, y formas de contratación más flexibles e inestables.
Desde entonces, y más allá de los vaivenes políticos y económicos, la informalidad laboral dejó de ser la excepción para convertirse en la norma. Incluso con una creciente inyección de recursos estatales orientados a contener el descontento, la precarización estructural de la vida se ha vuelto algo imposible de disimular.