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as clases dominantes han lanzado la guerra por ordenar el tablero a su favor y están dispuestas a luchar contra los pueblos para dar con su cometido.
Entre los frentes de disputa abierta podemos identificar la guerra comercial con los aranceles. Por ejemplo, el anuncio chino de restringir la exportación de minerales raros y la respuesta de EE.UU. que no tardó en llegar.
También acontece la guerra monetaria que encuentra sus vaivenes en la suba y baja de las cotizaciones de las monedas. Mientras Trump y Bessent piden devaluar, la FED le pone un freno, y actores globales como BlackRock en cambio apuestan al Bitcoin como valor de reserva.
Leyendo el problema desde esta mirada la entrega de dólares por parte del Tesoro de EE.UU. no se basa en una ayuda, sino en recuperar sus posiciones en la región. Por lo tanto, el asunto no gira solo en el precio del préstamo sino en el poder que les otorga ese movimiento en la disputa global por los recursos, principalmente energéticos.
Proyectos por conquistar la energía sobran: ENI e YPF acaban de anunciar el mayor proyecto de inversión en gas natural licuado, mientras que el gobierno lanzó la privatización de centrales hidroeléctricas y de energía nuclear.
Al mismo tiempo la discusión política se vacía en personalismos y disputas parlamentarias dejando al movimiento popular sin horizontes. Lo que antes era llamado a la calle, hoy se traduce en un pedido de paciencia para que “valga la pena el sacrificio”.
El “camino del medio” promete producción y trabajo aunque sus condiciones son las del FMI: devaluar, ordenar las cuentas, acumular reservas y consensuar las reformas. En ese marco, para lograr el objetivo final necesitan de la “inclusión” del movimiento, como dijo Georgieva: “para que tenga éxito el programa se requiere del apoyo de la gente”.