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na cosa es la verdad, y otra muy diferente son las condiciones de fuerza que imponen aquello que se presenta como lo verdadero.
Asumiendo esta posición podemos inferir que la realidad en sí misma no es otra cosa que las condiciones del enfrentamiento que resuelven la situación a favor de unos u otros actores.
En ese marco, las condiciones de dicho enfrentamiento dan por resultado que la guerra por la conquista de los territorios, de las energías en sus diversas formas y de la fuerza de trabajo, ha sido lanzada desde hace tiempo.
Lo sostuvimos en números anteriores y así, continúa ratificándose en cada edición: aunque la diplomacia promete “paz”, lo único que rige la vida misma es el conflicto permanente de las clases y sus fracciones.
Algunas toman forma con un carácter bélico, como los que estallaron en otros continentes, y recientemente con la militarización en curso de América Latina.
O también, con la ocupación del Estado a favor de los actores privados. No por casualidad los directivos de la principal banca norteamericana (JP Morgan) y de organismos internacionales (FMI, BM, entre otros) asumen posiciones directas en el Gobierno.
Mientras que en las cercanías, los imperialismos no detienen su paso negociando la construcción de corredores comerciales para saquear los territorios de nuestra América.
Dadas las circunstancias descritas, y con algunos levantamientos populares en curso, pelear desde ese lugar se torna una necesidad. Esto implica en parte luchar contra la ilusión democrática asumida por la oposición política-parlamentaria.