Los países involucrados en el conflicto entre Rusia y Ucrania se alejan de las vías diplomáticas y azuzan el conflicto en nombre de la paz.
A finales de mes, el gobierno estadounidense anunció la cancelación de la reunión entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin, prevista de concretarse en el mes de noviembre en Budapest. “No sentí que fuéramos a llegar a donde teníamos que llegar”, acotó Trump en declaraciones a la prensa.
Tras el anuncio, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) impusieron nuevas sanciones contra Rusia.
Por un lado, los líderes europeos, reunidos en Bruselas, aprobaron el 18º paquete de sanciones contra los hidrocarburos rusos. Las sanciones prevén que la UE dejará de comprar gas ruso a fines de 2026, adelantando el plazo definido anteriormente para fines de 2027.
Por otro lado, el Departamento de Finanzas estadounidense anunció la congelación de todos los activos en Estados Unidos de los grupos petroleros rusos Rosneft y Lukoil. A su vez, prohibió a las empresas y particulares estadounidenses la vinculación comercial con ambas compañías.
Finalmente, se realizó en Londres una cumbre de gobiernos aliados a Ucrania denominada “coalición de los dispuestos”. Durante el encuentro, los participantes se comprometieron a fortalecer las defensas aéreas de Ucrania y a “retirar el petróleo y el gas rusos del mercado global” con el fin de presionar a Rusia.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, reclamó a los presentes la provisión de misiles de largo alcance: “En cuanto Putin sintió la presión y la posibilidad de que aparecieran [misiles] Tomahawks en Ucrania, declaró inmediatamente su disposición a reanudar las conversaciones”.


