Desde 1974 se celebra anualmente el 20 de noviembre en conmemoración de la Batalla de la Vuelta de Obligado.
Allá por mediados del siglo XIX en Argentina se libraba una disputa feroz por su fértil territorio y la posibilidad de poblarlo para el desarrollo productivo. A inicios de ese siglo la potencia británica se encontraba en pleno auge, pero también el capital estadounidense ejercía una incipiente dominación en vastos territorios.
Con la independencia de España surgió en el país una clase terrateniente que se asentó en la producción ganadera. Décadas más tarde, tanto desde Gran Bretaña como de Estados Unidos, se le comenzó a dar cada vez mayor relevancia a la franja productiva del Río Paraná -ya que representaba la posibilidad entre aquellos imperios de obtener materias primas para la producción en sus países-.
El imperio Británico, en alianza con los franceses, bloquearon las costas, puertos e islas del país durante semanas en varios periodos previos a la invasión y, aprovechando la guerra civil que sucedía también en territorio uruguayo, el 20 de noviembre de 1845 se adentraron por el río de la Plata hacia el río Paraná.
Eran aproximadamente 80 buques que llegaron a las costas, de los cuales 20 eran de guerra y 60 mercantes. Estos últimos buscaban abrir la ruta comercial directamente con algunas provincias de la Confederación Argentina negando la representación de algunos gobernadores sobre el territorio nacional.
Los intereses económicos de dicha expedición fueron expresados claramente en una carta emitida por el parlamento británico que decía: “El duque de Richmond presenta una petición de los banqueros, mercaderes y tratantes de Liverpool, solicitando la adopción de medidas para conseguir la libre navegación de el Río de la Plata”.
Frente a ello Juan Manuel de Rosas, un estanciero propietario de grandes extensiones de tierras, representante de la Confederación, ordenó a Lucio Norberto Mansilla, un militar experimentado de la provincia de Buenos Aires, que reuniera a los batallones de soldados y gauchos previamente formados para bloquear la entrada a los buques.
Se conoce a la batalla de esa manera porque se llevó a cabo en una ciudad con su nombre, en una parte del río con altas barrancas y la curva pronunciada, elegido por Mansilla para la defensa al avance anglofrances. Allí se cruzaron gruesas cadenas atadas a barcos y cañones para evitar el avance de los buques, aunque prácticamente no fue muy efectivo.
Los buques lograron adentrarse al río y el saldo para la Confederación fue de 500 hombres muertos y cientos de heridos, aunque el resultado comercial de la expedición fue casi nulo. Dos años más tarde los ingleses levantaron el bloqueo, mientras que los franceses lo hicieron en 1948.
La soberanía es el ejercicio de lo propio, sin imposiciones de un afuera. En la Batalla de Obligado la soberanía sobre lo nacional era defendida a regañadientes por sectores con un interés directo sobre el territorio, ligado a lo productivo y comercial, ello significaba lo “propio” para esos sectores.
Hoy la fecha reivindicativa permite debatir como trabajadores sobre el significado de lo “propio” y el momento histórico nos exige el ejercicio de una soberanía popular libre de toda imposición. Nuestra única frontera desde donde partir para ejercer nuestra soberanía se dirime en un antagonismo insalvable para este sistema: los que trabajan y los que viven de los que trabajan.