Opinión por Tomás Silvano, estudiante de Ciencia Política de la UNVM.
Hace unas semanas se reactivó un conflicto que ha mantenido en vilo a la comunidad mundial desde hace más de 70 años: el conflicto palestino-israelí. Y se habla de la escalada de violencia más alta desde 2014, dejando más de 200 muertos, cientos de heridos, y viviendas completamente destruidas.
Analizar el pasado para comprender el presente
El conflicto palestino-israelí tiene sus raíces en la primera mitad del Siglo XX. La tensión entre comunidades judías y árabes partió de la inmigración judía a estas tierras tras la primera guerra mundial. En 1947 Naciones Unidas propone la “partición de Palestina”, formando dos Estados: Uno para el pueblo judío (Israel, que ocuparía el 56% del territorio) y otro para el árabe (que ocuparía el 43%). Este hecho sólo aumentó esas tensiones.
En 1948, tras el surgimiento de Israel, comenzará el primer conflicto árabe-israelí, donde Israel saldrá victorioso, ocupando el 78% del territorio y dejando sólo el 22% restante para la comunidad árabe. A su vez, miles de palestinos debieron abandonar sus hogares, cientos de pueblos fueron destruidos y se intentó borrar todo vínculo entre esas tierras y los pobladores que una vez las habitaron (lo que los árabes llaman “Al Nakba”, una palabra que significa “catástrofe”). Quienes quedaron viviendo dentro del territorio israelí fueron convertidos en ciudadanos de segunda categoría. La exclusión de los árabes se plasmó en la ley israelí, generando una clara distinción entre los ciudadanos judíos y árabes.
En 1967 se producirá la “Guerra de los 6 días”, conflicto que implicó el avance del Estado israelí sobre el territorio palestino y de sus países vecinos. A partir de este momento la tensión ha sido una constante. Israel implementó una política de colonización militar y de construcción de poblados israelíes en los territorios ocupados. Por otro lado se dieron múltiples reacciones de la población palestina por medios violentos y pacíficos.
Si bien han existido negociaciones para llegar a un acuerdo de paz y coexistencia, lo cierto es que desde la década del 40 hasta la actualidad la situación ha sido de constante conflictividad. Colonización, ocupación militar, marginación, bloqueos de suministros y recursos, bombardeos, son algunas de las características de estos 70 años.
Y esto no ha cambiado en el último tiempo. De hecho desde el 2008, cuando Israel vuelve a invadir Franja de Gaza, se han registrado casi 6000 muertos en este conflicto (de los cuales el 95% corresponde a palestinos y palestinas).
2021, la reactivación del conflicto
Entre el 22 y el 23 de abril, en medio del ramadán (un período de 30 días de ayuno y oración, donde se busca fortalecer el vínculo con su dios), se produjeron manifestaciones de jóvenes palestinos en Jerusalém Este contra una marcha de ultraderechistas israelíes que vociferaban “¡muerte a los árabes!”. El choque entre estos dos grupos, sumado a la represión policial dió lugar a un centenar de heridos y al menos 50 detenidos entre los palestinos. A partir de este momento, el clima de tensión comenzó a escalar.
El segundo hecho fue una serie de desalojos de familias palestinas en Sheij Yarrah, un barrio de Jerusalén poblado principalmente por palestinas y palestinos, para que estos fueran ocupados por colonos israelíes.
Un tercer hecho colmó el vaso: una serie de confrontaciones entre palestinos y las fuerzas policiales de Israel en la Mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, uno de los sitios más sagrados para el Islam.
Por estas cuestiones, el 10 de mayo se reactivará el conflicto. Esto implicó que desde Gaza (gobernada por Hamas) se lanzaron miles de misiles hacia el territorio israelí, la mayoría de los cuales fueron interceptados por la llamada “cúpula de hierro” (un sistema antimisiles. Los misiles del enemigo son interceptados en el aire con misiles lanzados por uno mismo). Frente a este ataque, el ejército israelí ha impulsado constantes ataques aéreos al territorio gazatí.
Hasta el momento, Israel ha registrado 12 muertos, dentro de los cuales hay dos niños y un soldado. En Palestina, por otro lado, la cantidad de víctimas fatales asciende a más de 230 entre civiles y milicianos (dentro de los muertos hay 63 menores de edad y más de 30 mujeres), a lo que se suman cientos de heridos y miles de desplazados. Por otro lado hay múltiples pérdidas materiales, principalmente en territorio gazatí: por ejemplo, durante el sábado el ejército de Israel atacó un edificio de 12 pisos, sede de Associated Press (AP) y Al Jazeera, dos medios de comunicación de relevancia en la zona.
También debemos prestar atención a lo que está ocurriendo al interior de sus sociedades. Por el lado palestino se habla de un momento de mayor unidad, es decir que la reactivación del conflicto ha afianzado la identidad del pueblo palestino. Por otro lado, se ha reforzado la ofensiva de los sectores de la ultraderecha israelí, quienes han procedido a atacar a los ciudadanos árabes que viven dentro de Israel (incendiando locales comerciales por ejemplo) e incluso también a israelíes que no comparten su misma postura. Por último, en sintonía con lo anterior, está escalando la conflictividad social en las llamadas “ciudades mixtas”, ciudades de Israel con altos porcentajes de habitantes palestinos. El conflicto no es solo entre Palestina e Israel, sino también hacia dentro de las sociedades.
Perspectivas hacia el futuro
Existen tres cuestiones que no debemos perder de vista. La primera es que en las últimas décadas el conflicto ha tendido hacia el discurso teológico-religioso, pero no debemos reducirlo a la religión. La segunda es que el conflicto sigue teniendo un componente “nacional”, hay dos pueblos que reclaman un mismo territorio. La tercera es la desigualdad estructural entre las partes en pugna en materia económica, militar y política.
Dos pueblos se enfrentan por la misma tierra. Uno es una potencia regional, con el respaldo de los Estados Unidos, y con un ejército profesional y desarrollado. Otro es un pueblo empobrecido, sin capacidades para hacer frente a su vecino.
La ocupación del territorio palestino y las prácticas represivas por parte de Israel hacia el pueblo palestino sólo aumentan el resentimiento en el corazón de estos; y los ataques desde Gaza hacia Israel sirven de justificativo para que el ejército más poderoso de la región destruya la poca infraestructura y la vida de una población empobrezida y diesmada por la guerra.
Por tanto, las perspectivas para el futuro no son buenas. Cuando dos pueblos se enfrentan de este modo, con una historia plagada de atropellos y violencia, el otro se convierte en un enemigo que amenaza la existencia propia, y en este punto las negociaciones para la paz se complejizan. A pesar de ello, este 20 de mayo se ha llegado a un alto al fuego entre Israel y Hamas. La pregunta a pensar es, tras cientos de muertos y heridos, miles de desplazados y la reducción a escombros de diversas áreas de Gaza ¿Cómo debe ser leído este alto al fuego?.
Frente a este conflicto, es importante no abordarlo de manera frívola convirtiendo el sufrimiento ajeno en un discurso vacío. Es fundamental comprender al otro y abordar con empatía la situación de aquellos que han vivido en la constante incertidumbre del mañana.