Corre el tiempo detrás de la crisis y el orden dominante tiene iniciativas que buscan apaciguar las contradicciones. Así intentan contener las transformaciones en curso alentadas por una época de cambios.
En ese escenario, conviene prestar especial atención a las luchas al interior del sujeto social con capacidad de cambiar las condiciones de fuerza en Argentina: el movimiento obrero.
La tendencia que conduce actualmente la CGT se abroquela detrás de la posición de Gobierno sentándose en la mesa con el presidente para manifestarle su apoyo frente al próximo proceso electoral y, sobretodo, a las políticas del Pacto Social impulsadas al comienzo del mandato junto a las cámaras empresariales representantes de los sectores concentrados de la economía.
En palabras de Hector Daer: “fue una demostración de apoyo del movimiento sindical al Presidente. Le dijimos que nosotros no nos equivocamos, que el rumbo es éste y que lo vamos a apoyar. Desde la CGT sabemos que tenemos que acompañar y que tenemos un rol muy importante. Nosotros somos quienes sostenemos la disputa distributiva”.
Por otro lado, el espacio que surgió con la reivindicación de un programa político para el movimiento obrero, expresado en la Corriente Federal, mantiene entre sus primeras líneas candidaturas al Congreso por el Frente de Todos.
Recientemente, a través de una circular, destaca entre sus principales puntos el llamado al conjunto de la clase trabajadora a votar al partido oficial. Luego, entre los últimos puntos retoma el planteo del programa y convoca a las regionales de la CGT a debatir el mismo de cara a las elecciones donde renovarán los cargos de la conducción obrera.
Así, entre lo urgente y lo inmediato, las elecciones de medio término y las renovaciones de cargos en la central imponen un escenario de lucha, marcan los tiempos y las agendas por las cuales trabajar. La reivindicación por un programa para la clase trabajadora pareciera quedar reducida a una expresión discursiva, relegada a los procesos institucionales, cuál promesa electoral.
Las condiciones extremas de desigualdad social, reflejada en una innumerable cantidad de informes e indicadores, han convertido la situación en una polarización profunda entre las clases sociales. En esa lucha, la tarea política del movimiento obrero por recuperar la iniciativa detrás de un programa es un eje transversal que marca el campo de acción posible para los trabajadores en su lucha por la dignidad.
Desde allí debemos partir para medir la fuerza objetiva que se tiene, y no una realidad contada a partir de los asientos que se ocupen.