En la nota Las responsables del hambre en la Argentina describimos cuál fué en ese momento el marco regulatorio que entró en vigencia, sus contradicciones en el intento de implementación y los actores beneficiados/perjudicados por la medida. Dicha referencia nos permite reconocer los puntos acertados del análisis y sus correspondientes consecuencias en la actualidad.
No pretendemos posicionarnos a favor o en contra de tal o cual medida, sino describir el impacto real de las mismas en el bienestar de la población. De esta manera buscamos evaluar la situación en este contexto respecto a la dirección política del Estado: a qué interés responde y cuál es el impacto real sobre las condiciones del trabajo.
Con el desarrollo del escenario, puede verse con mayor claridad cómo detrás de las medidas de regulación se posicionan actores y arman sus alianzas políticas con consignas progresistas. El impacto, demostrado en el tiempo, fue y sigue siendo el aumento de la rentabilidad económica, aumento de la explotación y la pobreza, crecimiento de la concentración y mayor poder de fuego para las firmas que supuestamente se propone combatir.
Las regulaciones abordan de manera fragmentaría el problema de los precios, la inflación, el costo de vida de la población, sin mayor resultado hasta el momento que el acrecentamiento de la desigualdad. La absurda creencia de que la oferta y la demanda regula la producción, no hace más que acentuar el anarquismo de la producción en general o, mejor dicho, la subordinación de esta última al desarrollo del capital en detrimento de la vida humana.
En dicho marco, la movilización de la ciudadanía es la bola de acero del péndulo que, inclinándose hacia un lado o hacia el otro, va posicionando en un lugar predominante al proyecto que logra encuadrarla, pero sin cuestionar las condiciones gravitacionales en las que puede darse esta relación.
La ciudadanía es el sujeto político en disputa por los distintos proyectos dominantes, a sabiendas de que dicho sujeto es la identidad dominante en la que el pueblo se planta como consumidor -y otras tantas identidades divisorias- y nunca como clase trabajadora en su conjunto. Así, con pequeñas concesiones se pretende contentar a un pueblo ahogado por la deuda que crece cada día más e impone la política monetaria, fiscal, legislativa, etc.
Si algo puso de relieve la pandemia es el ataque frontal a la clase trabajadora, utilizando el aislamiento político (contradicciones insalvables del sistema político) y aniquilamiento económico (pobreza, desocupación, etc) para someterla a un nuevo orden que aún sigue sin resolverse. Por ello, frente a esta situación, la lucha es la condición mínima e indispensable para el triunfo del proyecto emancipador de todo el pueblo argentino.
Tomar los reclamos por mejoras para el bolsillo del pueblo trabajador es sólo el hilo suelto del que tirar, a sabiendas de que esas mejoras sólo serán posibles y sostenibles en el tiempo si existe un pueblo movilizado y dispuesto a pelear por lo que le pertenece.