La agenda ambientalista contra el cambio climático se abre paso en todo el mundo como fundamento de un nuevo programa global de políticas del capital financiero.
Esta semana los ojos del mundo se posaron en Glasgow, Escocia, donde algunos de los principales mandatarios del mundo se dieron cita para participar en la COP26, la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU, bajo el urgente eslogan de “la última oportunidad”.
Los costos de las destrucciones de eventos climáticos extremos, la reducción de las temporadas de cultivo, las olas de calor, el aumento del nivel del mar, las sequías y las emisiones de gases invernaderos son una serie de consecuencias del llamado calentamiento global que fundamentan la subordinación de las agendas gubernamentales bajo el objetivo de limitar su crecimiento en 1,5 °C para el año 2050.
Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, advirtió al inicio de la ceremonia: “Es medianoche menos un minuto en el reloj del apocalipsis. Debemos actuar ahora”.
Durante el encuentro, se llegaron a dos grandes acuerdos. Por un lado, un conjunto de 100 países, que albergan el 85% de los bosques en todo el mundo (33,6 millones de kilómetros cuadrados), anunciaron compromisos para terminar con la deforestación masiva para 2030. La iniciativa contaría con 19.200 millones de euros de financiación pública y privada.
Por otro lado, más de cien países habían acordado reducir, antes de 2030, el 30% de sus emisiones de metano. El conjunto de los signatarios representa casi la mitad de las emisiones mundiales de metano y 70% del PBI mundial. El plan apunta a establecer estándares para pozos de petróleo y gas, imponer un monitoreo de fugas de metano más frecuente y estricto, y solicitar la captura de gas natural que se encuentra junto con el petróleo que suele liberarse a la atmósfera sin control.
El príncipe Carlos de Inglaterra ahondó en la definición confrontativa de esta agenda: “Necesitamos una amplia campaña de tipo militar para reunir la fuerza del sector privado mundial para una transición económica fundamental. Tenemos que ponernos en lo que podría llamarse en pie de guerra”.
Sin embargo, hubo lugar también a planteos disidentes que denunciaron los intereses de la cumbre. Luis Arce, presidente de Bolivia, indicó que el sistema mundial capitalista, basado en un consumismo sin límites y explotación irracional de la naturaleza y del espacio atmosférico, “no puede solucionar la crisis climática a no ser que exista un fuerte cambio de timón en su sistema económico y social”.
“Tenemos que estar conscientes de que los países desarrollados están promoviendo un nuevo proceso de recolonización mundial, que lo podemos denominar como el nuevo colonialismo del carbono, porque están tratando de imponer sus propias reglas del juego en las negociaciones climáticas para seguir alimentando el nuevo sistema capitalista verde, y promoviendo que los países en desarrollo tengamos que asumir estas reglas de juego sin opción alguna”, denunció.
Pero esta agenda de iniciativas en torno a las causas ambientales no se reducen a los gobiernos sino que se extiende al ámbito de las finanzas como condición de los nuevos esquemas de inversión de capital que motorizarian esta transición de la economía.
Hacia este sentido se enmarca la presencia en la cumbre de 450 firmas que integran la Alianza Financiera de Glasgow para las Emisiones Cero Netas (GFANZ), un grupo de bancos, compañías de seguros, fondos y proveedores de servicios financieros que anunció la gestión de 130 billones de dólares, alrededor del 40% de los activos financieros del mundo, para el cumplimiento de objetivos climáticos relacionados con el Acuerdo de París.
El Acuerdo de París, que entró en vigencia en 2020, es considerado un hito en materia de lucha contra el calentamiento del planeta porque hizo que los 197 países firmantes tengan por primera vez una estrategia común para emprender esfuerzos por combatir el cambio climático y adaptarse a sus efectos.
Mark Carney, enviado de la ONU para la Acción Climática y las Finanzas y referente del GNANZ, en discurso ante asistentes de la cumbre: “En París en 2015 no había conciencia en el sistema financiero de la necesidad de actuar sobre el clima. El objetivo de la COP26 de Glasgow es hacer que todas las decisiones financieras en el mundo tengan detrás el clima. Las inversiones verdes pueden llevar a un aumento del PBI global del 2%”.
Este anuncio reafirma una tendencia que se viene consolidando en el ámbito financiero, donde emergen nichos de negocios en torno al mercado verde. En octubre, la Bolsa de Valores de Nueva York (NYSE) anunció el desarrollo de una nueva clase de activos destinados a “preservar y restaurar los activos naturales que, en última instancia, sustentan la capacidad de que haya vida en la Tierra”.
Denominadas “empresa de activos naturales”, permitirán la formación de corporaciones especializadas “que poseerán los derechos sobre los servicios de los ecosistemas producidos en una determinada porción de tierra, servicios como el secuestro de carbono o el agua potable”.
De esta manera, los ecosistemas se transforman en activos financieros que bajo el pretexto de su sostenibilidad o su conservación se ven sometidos como mercancías cotizadas en las bolsas de valores en Wall Street.
Para Larry Fink, director ejecutivo y presidente de BlackRock, el cambio climático es una oportunidad: “Creo que los próximos 1.000 unicornios (empresas que tienen una valoración de mercado de más de mil millones de dólares) no serán un motor de búsqueda, no serán una empresa de medios, serán empresas que desarrollen hidrógeno verde, agricultura verde, acero verde y cemento verde”, aseguró en la Cumbre de la Iniciativa Verde del Medio Oriente en Riad, Arabia Saudita.
Argentina, a bordo del tren verde
Una delegación liderada por el presidente Alberto Fernández formó parte de esta cumbre ambiental, desde la cual anunció un acuerdo con la empresa australiana Fortescue para instalar una planta de hidrógeno verde en la provincia de Río Negro. La compañía prometió una inversión de $8400 millones de dólares y convertir a la provincia patagónica en un polo exportador de hidrógeno verde hacia 2030.
El hidrógeno es el elemento químico más simple y más abundante en la tierra. Tiene diversos usos, pero se destaca por poseer mayor energía de combustión por kilo que cualquier otro combustible, lo que se traduce en una mayor eficiencia por peso que la de los combustibles que se emplean en la actualidad.
Tradicionalmente se obtiene a partir de la extracción de los combustibles fósiles (habitualmente hidrocarburos compuestos de carbono e hidrógeno) por medio de procesos químicos.
El hidrógeno verde, conocido como hidrógeno renovable o e-Hydrogen, radica su diferencia en su obtención a través del proceso de electrólisis. Este proceso químico emplea una corriente eléctrica para separar los elementos dentro de un electrocatalizador. Cuando esa electricidad proviene de fuentes renovables (esencialmente eólica o solar), al hidrógeno resultante se lo denomina “hidrógeno verde”.
Anteriormente, el presidente Fernández, durante su participación en el cierre de la Cumbre de Líderes del G20, planteó “canjear deuda externa por acción climática” y menores tasas y plazos de pago más extensos, en medio de la discusión del G20 por la creación de un fondo de Resiliencia y Sostenibilidad. “La justicia ambiental requiere justicia financiera global. Sin financiamiento sostenible no habrá desarrollo sostenible”, advirtió.
Villa María
Los avances de la agenda verde son un fenómeno de alcance global, cuyas repercusiones se hacen presentes también en el ámbito local. Esta semana en Villa María, el intendente interino Pablo Rosso, en compañía del secretario de Obras Públicas de la Nación, Martín Gill, encabezaron la presentación y puesta en marcha de la primera estación para carga de autos eléctricos en la ciudad.
Se trata de una iniciativa llevada adelante en articulación con la empresa local Nosso, dedicada al desarrollo, investigación e innovación tecnológica a nivel nacional e internacional. “Podemos ver en estos casos cómo el capital se une al conocimiento y a la formación, haciendo que nuestra ciudad tenga un salto cualitativo en toda la región”, resaltó Gill.
Estos debates se dan en medio de un contexto donde los costos y la capacidad de producción de energías renovables contrastan aún con la dependencia de los combustibles fósiles, que tras la momentánea separación del Covid-19, han impulsado la recuperación de la demanda y el consumo energético, generando un disparo histórico de los precios del carbón, el petróleo y el carbono.
De esta manera, los crecientes compromisos ambientales de los países y las empresas continúan en contradicción con el modelo productivo y de consumo vigente, abriendo un marco de disputa donde distintos sectores de poder se enfrentan por la resolución de un nuevo orden que no busca otra cosa que profundizar la extracción y concentración de las riquezas.
Son los mismos actores, las potencias que presionaron hasta al límite la explotación y la degradación humana y del planeta, los que proponen este cambio de paradigma, pintando de verde sus mismas ambiciones, al pie del refrán “si queremos que todo quede como está, es necesario que todo cambie”.