El aniversario de las primeras elecciones presidenciales de 1973 nos retrotrae a otro contexto de crisis donde se planteó la concertación entre trabajadores y empresarios como salida.
El pasado 11 de marzo se cumplieron 49 años de las elecciones que dieron fin a la dictadura de la “Revolución Argentina” y a la proscripción del peronismo en el país, llevando al gobierno a la fórmula del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) con el 49% de los votos y la renuncia al ballotage del candidato de la Unión Cívica Radical, Ricardo Balbín.
De esta manera, llegaría a la presidencia Héctor Cámpora, designado por Perón debido al impedimento reglamentario que impuso el gobierno de facto sobre el plazo para que los candidatos establecieran su domicilio en Argentina, imposibilitando la presentación de su candidatura, ya que había regresado de su exilio el 17 noviembre de 1972 bajo la lluvia de Ezeiza.
Bajo el reconocido slogan, “Cámpora al Gobierno, Perón al Poder”, se encolumnaron diversas tendencias de un activo movimiento militante nucleadas en una coalición con profundas contradicciones y enfrentamientos sobre la conducción del proceso organizativo que se desarrolló en los últimos años y que tuvo su punto de mayor algidez durante los “azos” del año 1969.
En la extendida situación de conflicto social desarrollada durante los años de la etapa conocida como la “Resistencia”, emergieron grupos combativos a las conducciones patronales y burocráticas del movimiento sindical, las intervenciones militares y el imperialismo, conocidos como la “Tendencia Revolucionaria”.
La proliferación de estas tendencias se vieron impulsadas por un contexto internacional signado por un álgido enfrentamiento de capitales, donde el fin del patrón oro en la Conferencia de Bretton Woods representó la definición de un nuevo orden de poder apoyado en la hegemonía financiera. Esta reorganización del capitalismo implicó a su vez el declive de un modelo industrial en crisis de donde emergieron expresiones heterogéneas de lucha en distintas partes del mundo constituidas desde una visión obrera con perspectivas transformadoras.
La recrudecida disputa entre las facciones no hizo más que acentuarse desde el principio del gobierno de Cámpora: ministerios, gobernaciones, diputaciones, universidades, todos lugares a ocupar con motivo de ejercer influencia en la determinación de las políticas del nuevo gobierno. En este gabinete, la definición de la política económica recayó en la designación de Jose Gelbard, empresario fundador de la Confederación General Económica (CGE), como ministro de Economía.
Desde allí, Gelbard impulsó un plan económico diseñado por Perón con el objetivo de apaciguar el conflictivo clima social, conocido como el “Pacto Social”. El 30 de mayo de 1973, a 5 días de su asunción, suscribió el “Acta de Compromiso Nacional entre los representantes del sector laboral, empresarial y estatal” junto a las firmas de José Ignacio Rucci, en representación de la Confederación General del Trabajo (CGT) y Julio Broner por la Confederación General Económica (CGE).
Bajo las metas de “incrementar la participación de los trabajadores en el ingreso nacional”, acabar “con la desocupación y el subempleo” y “terminar con el descontrolado proceso inflacionario”, el Pacto Social implicó un compromiso nacional que exigió la suspensión de las discusiones paritarias por sector, limitando al mínimo los aumentos de salarios y prohibiendo las huelgas y protestas.
A cambio de esto, los empresarios se comprometieron a mantener un congelamiento de precios (sostenido solo por unos meses), siendo favorecidos a su vez por créditos a bajas tasas de interés para fomentar la reactivación productiva y cubrir los aumentos salariales. Sin embargo, los mismos se mostraron como los perdedores del acuerdo a partir de la retórica oficial que los señalaba como los que harían los mayores “sacrificios”, porque tenían “mayor capacidad para realizarlos”.
Recordando la situación histórica, y en el marco del nuevo acuerdo con el FMI, la fundadora de “Soberanxs”, Alicia Castro, ironizó recientemente si nos encontrábamos en este contexto ante la nueva fórmula “Fernández al gobierno, Ben Kelmanson al poder”. Este último quien oficia como nuevo director para el Hemisferio Occidental en el FMI, el cargo que había dejado vacante el mexicano Alejandro Werner.