Opinión de Andres Wainer, investigador del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO y del CONICET.
El costado más conocido de la dictadura es el represivo, pero también contó con un programa económico con sus objetivos políticos. La dictadura parte de una situación de una intensa conflictividad social, que iba mucho más allá de los grupos armados, y sobre todo un momento de incremento de la participación de los trabajadores en el ingreso nacional, lo que va a buscar revertir la dictadura.
El programa de Martínez de Hoz tiene como objetivos manifiestos modernizar la economía, bajar la inflación, aumentar la productividad, elevar las exportaciones, en resumen “liberar el desarrollo de las fuerzas productivas”. Sin embargo, detrás de esas medidas hay objetivos latentes, que eran golpear y fragmentar a los sectores populares, por un lado, y reconstruir las bases de la dominación social a partir de un proceso de concentración económica que permita disciplinar a la clase trabajadora.
Cuando vamos a analizar los resultados son muy dispares, la dictadura terminó fracasando y dejando una importantísima crisis económica. Sin embargo, en términos de golpear y fragmentar las clases populares hubo mucho mayor éxito.
Para ello destacó tres ejes de la política económica de la dictadura: una política de represión salarial, un proceso de apertura comercial y liberalización financiera, y también una política monetaria ortodoxa que se alejó de la producción real. El resultado de estas medidas fueron un incremento notable del endeudamiento externo y un fuerte proceso de desindustrialización, en donde el producto industrial pasará de ocupar un 29% del PBI en el año 1975, a alrededor de un 22% en el año 1982.
Estos dos procesos hay que pensarlos como funcionales a este intento de unificar y beneficiar a ciertas fracciones de la clase dominante. Particularmente, al capital financiero, que son los acreedores externos y los bancos; y los grandes grupos económicos.
El contexto está marcado por la post crisis del petróleo, que aumentó el precio del recurso y generó una abundancia de lo que se llamó “petrodólares” en los circuitos financieros internacionales, a causa de un fuerte aumento de los ingresos de los países petroleros que no tenían capacidad de reinvertir ese excedente en sus propios países, colocándolo finalmente en los principales bancos de Estados Unidos y de Europa.
Por tanto, se generó una capacidad de préstamo a tasas relativamente baratas. Buena parte de esos dólares van a ser direccionados a los llamados países “en desarrollo” que los ofrecerían con tasas más altas.
Hasta ese momento el endeudamiento externo en el país era bastante reducido, al año 1957 era de 8.000 millones de dólares, de los cuales 4.000 corresponden al sector público y 3.800 al sector privado. Además, los principales prestamistas hasta ese entonces eran los organismos multilaterales.
Esto va a cambiar durante los primeros años de la dictadura, cuando ganan protagonismo los bancos extranjeros de los países centrales, que eran los que tenían los petrodólares. Esto no les resta importancia a los organismos multilaterales, que empiezan a cumplir otra función como representantes políticos de los acreedores.
El volumen de la deuda se multiplicó, pasando a 43.600 millones. De ese monto la mayoría correspondió al sector público, que pasó de 4.000 a casi 29.000 millones; mientras que la deuda externa privada pasó de 1.800 millones a alrededor de 15.000 millones.
Este aumento de la deuda no estuvo destinada a financiar inversiones productivas, sino a un proceso donde se colocaban créditos en el sector financiero local, que pagaba tasas mucho más altas, donde se hacía una diferencia en dólares que terminaba fugada en el exterior.
A su vez, el Estado también se endeudaba con el sistema financiero local para financiar su déficit, y esto generaba que esa tasa de intereses se mantenga alta y de manera funcional al proceso de valorización financiera porque se mantenía más alta que en el sistema financiero internacional.
El endeudamiento público posibilitaba también financiar la fuga de capitales de los grupos económicos. Para hacerse una idea, la fuga de capitales entre el 75 y el 82 superó los 30.000 millones de dólares, superando el stock de deuda tomada en el mismo periodo.
Este “fracaso” de las medidas económicas, cuando uno las mira en términos de sus objetivos políticos ve que no son tales, al lograr fragmentar los sectores populares, desindustrializar la economía, concentrar la economía, dejando como grandes ganadores a los acreedores externos y los grandes grupos económicos locales.