El jueves 31 de marzo el presidente de Rusia, Vladimir Putín, finalmente aprobó un decreto en el cuál establece que las transacciones del gas producido en el país sea comercializado en rublos, la moneda nacional rusa. Los llamados “países inamistosos”, entre los que se encuentran EE.UU. y los países de la UE, deberán abrir cuentas en dicha moneda para realizar las transacciones.
Ese mismo día, la firma petrolera Gazprom anunció en su página web que “puso término a su participación en la compañía Gazprom Germania GmbH (sede alemana) y todos sus activos”. Ello produjo que el Gobierno de Alemania anunciara el pasado miércoles la activación de un plan de emergencia para prepararse frente a un posible corte de gas.
Posteriormente, Robert Habeck, ministro de Economía de Alemania, anunció la nacionalización temporal de la filial de Gazprom en su país, con el objetivo de salvaguardar la seguridad del suministro. Para ello, nombró a la Agencia Federal de Redes, la Bundesnetzagentur, como administrador hasta septiembre.
El mismo jueves, el gobierno de los EE.UU. ordenó la liberación diaria de un millón de barriles de petróleo durante los próximos seis meses extraídos de la reserva estratégica que tiene el país. El motivo de dicha medida es aplacar la subida internacional de los precios del combustible, cuestión que afecta profundamente al proceso inflacionario por el que atraviesa el país norteamericano.
La creciente avanzada bélica ha generado grandes corrimientos de los precios internacionales y falta de suministro en algunos países. Ejemplo de ello son las movilizaciones de transportistas que se vienen llevando a cabo desde hace tres semanas en España, sumadas a las protestas y conflictos en otros países del mundo por el mismo motivo.