Los días de abril fueron escenario de la iniciativa norteamericana que trataría de asestar un golpe a la revolución cubana, tras haber preparado durante meses la operación militar.
La misma consistió en preparar un grupo de combatientes, en su mayoría exiliados de Cuba, que adherían al régimen del dictador Fulgesio Batista.
Los bombarderos tipo B-26 comenzaron su ofensiva contra los aeropuertos militares de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y el aeródromo Antonio Maceo de Santiago de Cuba destruyendo algunos de los aviones del ejército cubano, con lanzamiento de rockets y ametrallamiento.
Para “despistar”, parte de la estrategia que elaboró la CIA (Agencia Central de Inteligencia norteamericana) fue la de pintar con banderas cubanas los aviones que ingresarán a la isla, como forma de realizar un simulacro de que los invasores eran en realidad, desertores del ejército.
Al día siguiente, Fidel Castro Ruz, pronunciaría un discurso en las honras fúnebres de las víctimas del bombardeo frente al cementerio de Colón.
En aquel entonces, el líder se pronunció denunciando las incesantes acciones de las fuerzas de Estados Unidos, y el asedio constante del que el pueblo cubano era víctima.
“Ya nuestro país venía sufriendo una serie de agresiones, ya nuestro país venía sufriendo una serie de incursiones por parte de aviones piratas que un día lanzaban proclamas, otro día quemaban nuestras cañas, y otro día trataban de lanzar una bomba sobre uno de nuestros centrales azucareros”, relataba desde el palco Castro.
Asentía que “lo que nunca un pueblo de este continente había tenido que conocer era la lucha contra la Agencia Central de Inteligencia del gobierno de Estados Unidos, empeñada a toda costa, cumpliendo instrucciones de su gobierno, en entorpecer la marcha pacífica y esforzada de una nación, en destruir sistemáticamente el fruto del trabajo de un pueblo, en destruir sistemáticamente los recursos económicos, los establecimientos comerciales, las industrias, y lo que es peor: vidas valiosas de obreros, de campesinos y de ciudadanos laboriosos y honestos de este país”.
Durante la jornada del 17 de abril, partieron por aguas desde Nicaragua las tropas que habían sido entrenadas por la CIA con el objetivo de desembarcar en Playa Girón, escoltados por siete aviones y dos buques (Houston y Río Escondido) que fueron destruidos por las fuerzas cubanas.
Los 1200 combatientes externos lograron desembarcar en Playa Girón, pero habían sido desmantelados en gran medida sus armamentos y allí mantuvieron los primeros contactos contra las Milicias Nacionales Revolucionarias hasta que llegaran los apoyos desde el ejército regular.
La iniciativa cubana responde y logra reducir a los invasores al día siguiente haciéndolos retroceder desde San Blas hasta Playa Girón. Luego de algunas horas de ataques, el 19 de abril las fuerzas cubanas habían recuperado control del territorio y detenido a los sobrevivientes de la Brigada 2506 que había partido desde Guatemala.
Descifrando la guerra
Mención aparte de este capítulo en la historia latinoamericana merece la participación activa de los militantes y periodistas argentinos, Rodolfo Walsh y Jorge Ricardo Masetti, juntos compañeros en la dirección del periodico Prensa Latina.
A través de la metodología de investigación que propiciaba Masetti, a cargo de la dirección del medio de prensa, estudiaba los informes de las agencias de gobierno de todo el mundo a través de la lectura de los cables de información.
Un episodio particular ocurrió cuando descubrió que uno de esos no correspondía a una agencia de gobierno, sino que era del tráfico comercial de la Tropical Cable, filial de la All American Cable en Guatemala.
Fue Rodolfo Walsh, el encargado de estudiar y descifrar los códigos que se estaban enviando a Estados Unidos y elaborar el informe final que determinaría que desde Guatemala, la CIA preparaba una milicia que ejecutaría la invasión de Playa Girón.