En las últimas dos semanas se han dado nuevos hechos, movimientos y definiciones a más de dos meses del inicio del conflicto bélico en Ucrania.
Las tropas rusas mantienen su ofensiva sobre la ciudad de Mariupol, ciudad portuaria clave para el control del Mar de Azov y generar una conexión terrestre entre el Donbass y Crimea.
Además, Rusia cortó el suministro de gas hacia Polonia y Bulgaria afectando gravemente la provisión energética a ambos países. La decisión fue argumentada desde la empresa Gazprom y el gobierno ruso en base a las nuevas disposiciones que obligan a los “países hostiles” a pagar el gas en rublos, la moneda nacional rusa.
Ante estas medidas, la Unión Europea expresó su rechazo, alegando un intento de “chantaje” por parte de Gazprom y el gobierno de Rusia. Además, desde el organismo, se garantizó a los ciudadanos europeos el compromiso para reducir los impactos de las medidas rusas a la vez que se advirtió a los proveedores energéticos europeos que acatar la disposición del gobierno ruso sería incompatible con las sanciones determinadas por la UE.
En este contexto, Estados Unidos convocó a una reunión en la base aérea de Ramstein, Alemania, la mayor base militar norteamericana fuera del país. En la conferencia, más de cuarenta países debatieron respecto al envío de armas a Ucrania.
En paralelo, el viernes pasado, el gobierno aprobó un paquete de ayuda económica de 150 millones de dólares, incluidas 25.000 municiones para artillería pesada, radares, equipos para interferir las comunicaciones de las tropas rusas y otras maquinarias. El 29 de abril, Joe Biden, presidente de EEUU, había enviado al Congreso un proyecto de ley por US$ 33.000 millones en financiación adicional que aún no fue aprobado.
Por su lado, el gobierno de Alemania anunció la entrega de tanques antiaéreos Gepard a Ucrania, representando un viraje en su política exterior y su postura respecto al conflicto.