El 23 de agosto de 1812 todo el pueblo de Jujuy abandonó la ciudad de San Salvador en un acto de heroísmo colectivo que permitió la derrota realista.
Al llegar la noticia de la Revolución de Mayo, que estableció el primer gobierno patrio a cargo de la Primera Junta, el 13 de julio de 1810 el virrey del Perú, José Fernando de Abascal, anunció que incorporaba provisionalmente el Alto Perú al virreinato “hasta que se restablezca en su legítimo mando el excelentísimo Señor Virey de Buenos-Ayres”. En ese mismo momento se creó el Ejército del Alto Perú poniendo al mando al general José Manuel de Goyeneche. En 1812, tras derrotar la rebelión de Cochabamba, el avance de las fuerzas realistas se disponía a invadir la provincia de Salta.
La Primera Junta le ordenó a Manuel Belgrano, abogado y uno de los principales artífices de la Revolución de Mayo, hacerse cargo del Ejército del Norte. Belgrano se encontraba en Rosario tras la misión de fortificar las barrancas del río Paraná para repeler los ataques que los realistas efectuaban sobre la costa desde la ciudad de Montevideo.
Una vez al mando del Ejército del Norte, el general estableció su comando en San Salvador de Jujuy. Allí recibió los restos de las fuerzas derrotadas de Huaqui, sin armas ni recursos, y desmoralizadas. En una gesta moral, y en conmemoración del segundo aniversario de la revolución, el 25 de mayo Belgrano hizo bendecir la bandera argentina, que había sido rechazada por el Primer Triunvirato, ya que el uso de una bandera propia era un claro signo de independencia, que aún gobernaba en nombre del rey de España Fernando VII.
Alertado por el avance del ejército realista, Belgrano reclamó al gobierno de Buenos Aires refuerzos para la resistencia, pero las autoridades estaban enfocadas principalmente al enfrentamiento en Montevideo. En lugar de enviar refuerzos para atender el frente norte, el Triunvirato, a través de su ministro Bernardino Rivadavia, ordenó la retirada del Ejército del Norte hasta la ciudad de Córdoba.
Comienzo de la gesta
El ejército español continuaba su avance hacia el sur, con cerca de 3000 soldados. Como respuesta, el 29 de julio de 1812 Belgrano dictó un bando dirigido a todo el pueblo de Jujuy, disponiendo la retirada. La orden especificaba que se debía dejar solo campo raso frente al enemigo, de modo de no facilitarle casa, alimento, ganado, mercancías ni cosa alguna que le fuera utilizable. Los cultivos fueron cosechados o quemados, las casas destruidas, y los productos comerciales enviados a Tucumán.
Siguiendo las órdenes, 1500 habitantes de Jujuy, a los que se sumaron algunos refugiados procedentes de Tarija y Chichas, abandonaron el 23 de agosto sus hogares y dejaron todo atrás, soportando caminatas de 50 kilómetros diarios hasta Tucumán.
Belgrano comandó la vanguardia de la salida mientras que una retaguardia de 200 gauchos jujeños, llamados los “Patriotas Decididos” comandada por el general Diaz Velez con la misión de retardar la marcha realista que avanzaba sobre Humahuaca en persecución del Ejército del Norte.
Con la fuerza de la moral
El día 3 de septiembre, Diaz Velez y los Patriotas Decididos logran una victoria patriota en el combate de Las Piedras que levantó la moral del ejército. El éxito obtenido alentó a Belgrano a detener la marcha, desobedeciendo las órdenes impartidas desde Buenos Aires de retirarse hasta la ciudad de Córdoba. Se trasladó hacia San Miguel de Tucumán, donde esperó al ejército realista.
Al comunicar esta decisión a la Primera Junta, Rivadavia le respondió con la orden de continuar nuevamente la marcha hacia Córdoba. Cuando esa orden llegó, Belgrano ya había derrotado a las fuerzas de Goyeneche en la batalla de Tucumán —considerada la más importante en la Guerra de Independencia de la Argentina—, obligando a las tropas realistas a retroceder hacia el norte. De ese modo, el Ejército del Norte recuperó el control de esa región, que se completó con una segunda victoria en la batalla de Salta, en lo que fueron las únicas batallas de carácter campal dadas contra los españoles en el territorio argentino.
El Éxodo constituyó un gran acto de heroísmo colectivo que consolidó el destino de la Revolución de Mayo. Cada 22 de agosto, el día previo a la gesta, se lleva a cabo en San Salvador la quema simbólica de la ciudad, acto para el que se construyen chozas de madera y paja en el lecho del río Xibi Xibi, que luego son quemadas mientras la población se desplaza a pie y en carretas simulando la partida del pueblo que abandonó sus pertenencias y bienes en pos de ser libres.