El 9 de octubre se cumple un nuevo aniversario del asesinato del “Che” Guevara en La Higuera, Bolivia.
“Usa entonces mi mano una vez más, hermano mío, de nada les habrá valido cortarte los dedos, de nada les habrá valido matarte y esconderte con sus torpes astucias” – “Mensaje al Hermano” de Julio Cortázar.
A las 13:15 horas en la ciudad de La Higuera, un pequeño pueblo de Bolivia, el 9 de octubre de 1966, una ráfaga de balas acabó con la vida de Ernesto “Che” Guevara, de tan sólo 39 años. Había sido capturado unas horas antes junto a un pequeño grupo de revolucionarios.
Los mismos se encontraban desde hacía 9 meses tratando de desarrollar una guerrilla en la selva boliviana con el fin de expandir en todo el territorio latinoamericano la revolución forjada en Cuba en 1959, de la cuál el Che fue un partícipe trascendental.
“Un recuerdo más perdurable que mi nombre, es luchar, morir luchando”, escribió a sus 19 años. Esa fué su firma inquebrantable hasta el final de sus días. Sus viajes por Latinoamérica lo llevaron, no sólo a contemplar, sino también a luchar incansablemente contra las penurias e injusticias a las que estaban sometidos los pueblos.
Luego de asesinado, le sucedieron décadas de propaganda tendenciosa y malintencionada. Pero su lucha incansable contra el imperialismo mundial lo trascendió como individuo para vivir eternamente en las mentes de millones de trabajadores de todo el mundo.
Como con todos los grandes revolucionarios de la historia, quienes no pudieron negarlo, intentaron cooptarlo, relativizar su ejemplo, rescatar pequeñas partes de su experiencia como cosas “viejas” que ya “no rigen más en la actualidad”, cuestión que les fue imposible ejecutar.
La muerte, que llegó como un destino ineludible de la materia humana, no pudo acabar con el ejemplo. Por ello su eterna juventud renace constantemente en la lucha de los pueblos por su libertad que gritan al unísono: el Che vive.