Desde Tribuna conversamos con Luis Campos, parte del Observatorio de la CTA Autónoma. “Los sectores que se benefician son las grandes fortunas presentes en la minería y la energía”.
Luis Campos es coordinador del Observatorio del Derecho Social en el Instituto de Estudios y Formación de la CTA – Autónoma. El observatorio es un equipo técnico que trabaja dentro del Instituto de estudio de formación de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA) Autónoma, desarrollando estudios vinculados a las relaciones laborales, procesos de organización y mercado de fuerza de trabajo.
Teniendo en cuenta los últimos informes del INDEC, ¿Cuáles son las condiciones actuales del trabajo en Argentina?
El mercado de fuerza de trabajo viene funcionando con un nivel de desempleo inferior al 7%, una de las más bajas en nuestro país desde las últimas tres décadas. Pero al mismo tiempo eso existe con niveles salariales muy bajos y con una estructura ocupacional donde tienen una presencia muy importante las formas más precarias, fundamentalmente asalariados no registrados y trabajadores por cuenta propia.
En la actualidad, la mitad de los puestos de trabajo que hay en el país son precarios en cuanto a la situación contractual, conformándose como un panorama muy angustiante. Ya sea porque están expuestos a todo tipo de inseguridades laborales, como así también un ingreso extremadamente variable que depende de lo que puedan hacer día a día.
Ver: Un análisis de las condiciones de vida en el país
Respecto a la inserción en la estructura ocupacional este tipo de empleo son los que más crecen significando un problema en términos de cumplimiento de la legislación laboral y cumplimiento de los derechos laborales.
En cuanto a los trabajadores registrados el salario real está en promedio entre un 15 y 20% por debajo de los niveles que tenían el año 2015, una caída muy fuerte que fundamentalmente se concentró en 2018 y 2019. En los últimos cuatro años durante la gestión del actual gobierno no hubo una recuperación.
Todo ello sumado a una situación económica general muy inestable haciendo que todo lo que decimos ahora está sujeto a las variaciones macroeconómicas de cortísimo plazo, que tienen un impacto importante sobre la situación laboral.
¿Cómo se desarrolló esta situación en el tiempo? ¿De qué manera periodizan dichas variables en la historia del país?
Un punto de inflexión se dió a mediados de la década del 70’ con el golpe de Estado. Hasta ese momento en nuestro país el desempleo había sido excepcional en términos generales. Además, los niveles de trabajo no registrados eran muy bajos.
Incluso quienes trabajaban de cuentapropistas generalmente lo hacían desde sus oficios o profesiones contando con ingresos superiores a la media, no un cuentapropismo de subsistencia como en la actualidad.
A partir de allí, comienza un cambio económico en la estructura productiva de nuestro país donde se visualiza un retroceso muy fuerte en la producción industrial. Con ello se desarticula el mercado formal de fuerza de trabajo y comienza a desarrollarse un proceso que se va a hacer muy explosivo en los años 90’: crecimiento del empleo no registrado que nunca va a perforar el piso del 33%.
Se instala como un componente estructural el cuentapropismo de subsistencia, de aquel trabajador que sale a hacer lo que puede, expuestos cada vez más a la precariedad laboral.
Luego tuvimos una cierta reversión parcial en la primera década de este siglo, pero que no cambió la dirección estructural del proceso. En este periodo (2002/2012) se vió una mejora en casi todos los indicadores sociales pero, al finalizar, estos indicadores se estancan y en algunos casos comienzan a empeorar.
¿Cómo se relaciona esta situación en lo nacional con la realidad global de los trabajadores?
Desde mediados de los 70, principios de los 80, hubo una contraofensiva del capital donde se dio una caída de los indicadores sociales y laborales. Actualmente a nivel global no se manifiesta en todos los territorios de la misma manera, ya que se está viendo un desplazamiento de mucha fuerza de trabajo desde los países occidentales a los nuevos centros de desarrollo y acumulación de capitalismo, fundamentalmente hacia el continente asiático, como sucede en India y China.
En nuestro caso el impacto es muy fuerte fundamentalmente porque Argentina era de los países de la región que había tenido un mayor desarrollo industrial hasta mediados de los años 70, entonces tenía un mercado de fuerza de trabajo muy ligado al desarrollo industrial. En ello el proceso que ubicó al país como exportador de materias primas al mundo favoreciendo la desindustrialización explica mucho acerca de la situación que vivimos actualmente.
¿Cuál es tu opinión sobre los motivos sociales y económicos? ¿Qué actores presionan para que estas condiciones continúen reproduciéndose?
En los últimos años, en nuestro país se consolidó un modelo productivo donde predominan los sectores de productos primarios con bajo valor agregado. De esta manera, son quienes toman las decisiones acerca del mercado de trabajo.
Los sectores que se benefician son las grandes y pocas fortunas que están presentes en la producción de productos primarios, como la minería, energía y otras industrias muy puntuales vinculadas a la actividad. Quienes forman parte de este grupo son los que han ganado en las últimas décadas en nuestro país.
¿Cuál es la salida que se tendría que promover desde las organizaciones populares a esta situación?
Un eje que debería ser la discusión sobre la estructura productiva: qué va a producir Argentina, qué va a producir Córdoba, qué va a producir Villa María. Y cómo se va a insertar esa producción en la demanda local, provincial, nacional y mundial.
El otro eje, al mismo tiempo, es dar respuestas a las necesidades actuales de los trabajadores con medidas como la revisión de utilidades o importaciones y exportaciones. El sector con mayores posibilidades económicas es quien va a tener que colaborar, por ejemplo, por medio del aporte a las grandes fortunas que afectó sólo a 10.000 de las 47 millones que vivimos en el país.
Esa medida debería ponerse sobre la mesa como una definición de carácter permanente, ya que no les hizo ni cosquillas a las grandes fortunas pero significó una recaudación muy importante, mostrando un rumbo a seguir para mejorar los indicadores y la situación del trabajo.
Por ello, debemos trabajar en un proceso de reconversión de la estructura productiva en el largo plazo, acompañado de un aporte del 1% más rico.