La disputa por imponer un nuevo régimen monetario plantea desafíos estructurales a las clases dominantes. Un análisis del desarrollo y transformación del capital financiero mundial.
A finales de 1870 comenzó el proceso de fusión entre el capital bancario e industrial, dando origen a los grandes Trusts (asociaciones por acciones) que tomaron el control de las principales palancas de producción, distribución y acumulación a nivel mundial.
Ya dentro del siglo XX, para continuar su desarrollo, comandó las guerras mundiales, con masacres jamás vistas en la historia de la humanidad, sosteniendo su política expansiva a costa de la sangre de millones de trabajadores enfrentados entre sí.
Este capital financiero, dirigido por los Trust, logró expandirse y consolidarse mundialmente abarcando cada vez más territorios, desarrollando los medios de comunicación y ampliando su base organizativa para la explotación de los recursos energéticos, minerales y alimenticios, como así también de la fuerza de trabajo.
Orden o caos mundial
El acuerdo de Bretton Woods finalizada la Segunda Guerra Mundial sentó las bases de gobernanza de la estructura financiera imponiendo al patrón oro-dólar como medida de valor.
Sobre la historia del oro y dólar como patrones de referencia: El oro no deja de brillar para el mercado mundial – Tribuna
Dicho proceso se capituló en la década del 1970, con el pasaje al patrón dólar ya sin respaldo en el oro, explicitando la victoria del nuevo poder financiero-militar con base en la Reserva Federal y el complejo militar de EEUU. Ello no sin un arduo y extenso proceso de lucha contra fracciones del capital de menor escala como así también contra los sectores populares que ofrecían resistencia a su desarrollo.
Este poder financiero mundial logró ingresar a Latinoamérica fomentando las inversiones extranjeras, la conformación de sociedades anónimas y grandes corporaciones, la cooperación de políticos, entre otras tantas medidas.
Su política imperialista en la región pasó de la Alianza para el Progreso, para aislar a la Revolución Cubana, al Plan Cóndor, que se encargó de aniquilar la resistencia popular imponiendo dictaduras militares. Estos gobiernos de facto dieron rienda suelta a la libertad de acción económica de los grupos financieros.
Barridos los impedimentos estructurales de la economía, la política fue tomada a tal punto que permitieron al pueblo elegir pero sólo a candidatos puestos por el poder económico o cercando a los gobiernos populares con impedimentos de financiamiento.
Este período acentuó los conflictos en los países “del tercer mundo” dando la posibilidad a los procesos de rebeliones y revoluciones, periodo que concluyó con la caída del Muro de Berlín y el Consenso de Washington de la Escuela de Chicago.
Sin embargo, con la expansión y consolidación de las instituciones financieras mundiales, las contradicciones hacia su interior no cesaron. Las crisis económicas se hicieron cada vez más recurrentes y su impacto de cada vez mayor escala.
Actualidad
El llamado siglo de las guerras no terminó con el siglo XX, sino que sucedió una mutación de su forma principal, ya no como guerras bélicas directas, sino como guerra total por los recursos producidos por el conjunto de los trabajadores del mundo.
Entrado el siglo XXI, el impulso de las nuevas tecnologías, como el internet y la robótica, fue utilizado en ese marco para el acrecentamiento exponencial de la productividad, el comercio internacional y el flujo de capitales.
La crisis del 2008, una expresión de dicho enfrentamiento, permitió a los Grandes Fondos Comunes de Inversión tomar de facto la arquitectura financiera creada con Bretton Woods, llevando al capitalismo a una nueva fase de enfrentamiento de dimensión global. Es allí donde se crean las monedas digitales y las grandes plataformas, una estructura que sentó las bases del nuevo andamiaje digital del capitalismo.
De esta manera se desarrolla una guerra intestina, interimperialista, por ver quién controla las principales palancas de acumulación y dirección de los recursos, centrada principalmente en el control del dinero como medida de valor.
El surgimiento de las grandes tecnológicas acompañó este proceso para integrar horizontalmente el comercio a escala global y concentrar verticalmente la cadena de mando en cada vez menos manos. Ello posibilitó a este nuevo sujeto capitalista apropiarse de las grandes corporaciones, las instituciones financieras y los Estados nacionales.
El país en el escenario internacional
En Argentina este proceso se encuentra totalmente al descubierto: las grandes agroexportadoras controlan la producción y concentran los beneficios de la exportación al comercio mundial, las petroleras desarrollan grandes proyectos de extracción del petróleo y el gas por sus altos rendimientos, y las mineras que extraen el litio como insumo para la producción de productos que luego se importan desde EEUU, Asia o Europa, como notebooks y celulares.
Estas grandes corporaciones tienen sus disputas internas y pelean por sacar la mayor tajada. Pero también tienen en común la sujeción al movimiento global de capitales al cuál sólo es posible acceder por medio de los Grandes Fondos Comunes de Inversión. De esta manera es como vemos en todas las empresas a accionistas como Blackrock, Fidelity, State Street, entre otros.
Estos mismos son los que controlan la mayor parte de la deuda pública y exigen a los organismos internacionales la imposición de programas que faciliten el accionar de sus corporaciones y de las actividades financieras en los países, como el caso de los programas de endeudamiento del FMI en la Argentina.
Así es como amordazan al sistema político e institucional imponiendo las condiciones a los gobiernos y los sectores económicos de los distintos países y regiones. Bajo este marco es donde surgen las exclamaciones de los productores del agro por la baja de retenciones, de los pequeños -y no tan pequeños- industriales para el acceso al mercado de capitales, y de los comerciantes por el tipo de cambio y competitividad, etc.
Dentro de este escenario incluso los bancos también se ven acorralados, con la guerra a los “puts” y el pase de la deuda del BCRA al Tesoro. De ahí también su oposición al negocio “no regulado” de las fintech porque saben que en ese juego vienen varios escalones por detrás.
Esta agudización del enfrentamiento por los recursos obliga a estos grupos y actores a confluir en un punto común: el ajuste sobre los trabajadores. De allí se desprende la pérdida de poder adquisitivo, el desfinanciamiento a la educación, la salud y el trabajo, y las políticas represivas y de seguridad implementadas para evitar toda resistencia.
Es bajo este marco de situación donde puede plantearse la salida para los trabajadores. En un escenario convulso y en proceso de agudización, la organización en defensa de los intereses propios parece ser la única salida ante la guerra total por los recursos.