El estado de conflicto marca un clima de guerra interimperialista en ascenso: los grupos financieros generan crisis cada vez más periódicas y profundas, ocasionando chispazos sobre las bolsas de valores y un efecto dominó sobre las finanzas mundiales.
En las elecciones norteamericanas también puede verse este escenario de conflicto, donde las grandes corporaciones apoyan a uno u otro candidato en favor de sus intereses.
En Argentina, estos grupos se disputan los recursos y el trabajo local avanzando en marcos regulatorios favorables a los sectores exportadores y los capitales financieros, como lo hicieron a través del RIGI.
En paralelo a su pelea por los recursos, descargan un brutal ajuste sobre los trabajadores, sumergiéndonos con mayor profundidad en la pobreza. Mientras tanto el gobierno monta la mesa para el “diálogo social” donde solo acuden sectores del empresariado local.
Los beneficiarios de esta política son las grandes corporaciones exportadoras y extranjeras en los sectores energéticos, mineros y agroindustriales, las mismas que superan año tras año récords de volúmenes y ganancias de exportación e inversiones.
Sobre estos últimos recayó la medida de los aceiteros que, al día de hoy, continúan de huelga por una mejora salarial para vivir dignamente. En la misma dirección los docentes provinciales y universitarios comenzaron el cuatrimestre peleando contra el ajuste que el Estado viene ejerciendo sobre sus salarios.
En esas acciones se encuentra la única posibilidad de los trabajadores de hacerle un paro al saqueo organizado que están realizando en nuestra tierra.