La guerra global por el control y reparto del orden va configurando las alianzas entre los actores qué toman posiciones para incrementar los niveles de ganancia, en algunos casos, o simplemente sobrevivir, en otros.
Los aranceles lanzados por el presidente Donald Trump intentan atraer flujos de capital nuevamente hacia el país norteamericano y acorralar a otros Estados para negociar mejores condiciones.
En dicho escenario cobra relevancia la situación argentina que se presenta como “coyuntura nacional” pero que concretamente es el frente local de una guerra de característica global.
Entonces, aparece la deuda como un mecanismo de los actores qué controlaron el mundo desde 1945, cómo el FMI. Aunque ahora nuevos protagonistas han aparecido llevando la delantera, como los Fondos de Inversión, que usufructúan sus ganancias sirviéndose de la deuda que el Estado les entregó en bandeja.
Mientras toda esa pelea se está desarrollando, los trabajadores son sumergidos en la miseria y la pobreza, que se volvió un componente estructural de la sociedad. Ante esta situación, sería erróneo pensar que esa condena estructural se limita a un asunto de buena o mala gestión gubernamental.
Más tiene que ver con los intereses que los distintos actores asumen y vehiculizan a través de acciones concretas. Por lo que, desde nuestra posición como trabajadores debemos retomar la iniciativa poniendo sobre la mesa nuestros reclamos por mejores condiciones de vida, y que ello se exprese con fuerza en todos los territorios donde estamos: ciudades, pueblos, fábricas, universidades. Esa es nuestra guía ante estos tiempos turbulentos que corren.