La batalla arancelaria, los movimientos de tropas, los cuestionamientos al dólar como patrón de referencia, por ejemplo con la puesta en marcha del sistema de pagos en yuanes, marcan el escenario de recrudecimiento de una guerra de carácter global.
En ese marco, la diplomacia latinoamericana actúa alineándose según el proyecto de capital global al que responda cada gobierno. Así, mientras los corredores bioceánicos que atraviesan Perú-Chile-Brasil se desarrollan con orientación hacia China, los EE.UU. refuerzan su presencia estratégica en el Canal de Panamá.
En Argentina, las decisiones del Gobierno Nacional deben ser leídas en el marco de este conflicto global. El acuerdo con el FMI y la salida del cepo fue acompañada de nuevas concesiones a los Fondos Comunes de Inversión para operar en dólares y girar ganancias al exterior.
A su vez, estas acciones dejan su saldo en términos de enfrentamiento: la apertura a las importaciones golpeó a sectores industriales, mientras que la quita temporal de retenciones genera conflictos con las entidades del sector agroexportador.
En paralelo, la política oficial continúa el sendero del ajuste fiscal en el que, inclusive, grandes industriales y agroexportadores sienten el peso del recorte. Esto ocurre en un contexto donde los trabajadores siguen siendo el sector más afectado: despidos, quita de subsidios, caída del poder adquisitivo y precarización, marcan la situación para la gran mayoría de la población.
Bajo este escenario, y luego del paro general, se abre una nueva etapa para el movimiento obrero que exige afianzar una posición por fuera de las internas políticas-partidarias para marcar con claridad las necesidades materiales de los trabajadores, y lanzar acciones que nos dirijan a torcer el rumbo actual.