En el marco de un nuevo aniversario del Cordobazo, la situación de los conflictos sociales actuales evidencian un estado de dependencia y crisis que aún no ha sido superado.
Mientras algunas fracciones bregan discursivamente por la diplomacia y la paz, los intereses económicos revelan la verdadera profundidad y escala de la crisis, expresándose en movimientos bélicos en distintos puntos del globo disputandose la dominación de los territorios y sus recursos.
En Latinoamérica, la guerra se manifiesta por medio de reformas laborales, endeudamiento sistemático y el ataque a las organizaciones populares. En algunos países, como Brasil y Colombia, el pueblo se moviliza a favor de reformas progresivas que plantean reducción de jornada laboral y adquisición de otros derechos, mientras el poder institucional veta los proyectos.
En Argentina la reforma avanza con suma rapidez en otro sentido: se promueve el negocio de las indemnizaciones para los fondos de inversión, se busca elevar la edad jubilatoria y se prohíben las huelgas en los sectores declarados esenciales.
Ante la confrontación directa a las condiciones de vida, prolifera la resistencia que se torna incontenible a las estructuras, como lo sucedido en Tierra del Fuego y Catamarca. Docentes y estudiantes se meten de lleno en la discusión del financiamiento educativo para garantizar el cursado, mejores salarios, comedor y becas.
La cuestión está en la posibilidad para los trabajadores de construir un nuevo escenario, dónde la resistencia deje ser una acción defensiva ante la avanzada externa y, en cambio, podamos trascender con una iniciativa propia, esto es con luchas por mejoras de las condiciones de trabajo y educación.