Las grandes potencias luchan por su influencia y control del territorio. EE.UU. movilizó tropas y armamento en el Mar Caribe, cerca de la costa de Venezuela.
Tras la cumbre de Alaska, reunión en la que participaron los mandatarios de Rusia, Vladimir Putin, y EE.UU., Donald Trump, se intensificó el movimiento armamentístico en la región.
Aunque lo único que se conoce es que ambos países pactaron “robustas garantías de seguridad”, existen indicadores de que Rusia está dispuesta a ceder su influencia en territorio latinoamericano a cambio de una paz negociada en Ucrania. China, por su lado, no quiere ceder ante el avance estadounidense.
Despliegue militar
Luego del encuentro con el mandatario ruso, EE.UU. avanzó con premura moviendo sus tropas al Caribe: el 19 de agosto zarparon desde el país 4.000 soldados en tres buques con el objetivo de combatir el narcotráfico que aparentemente saldría del sur hacia el país norteamericano, según una comunicación oficial.
La avanzada bélica da sus pasos en la región con el despliegue de tropas estadounidenses por el mar Caribe. Argentina fue sede de una cumbre de Seguridad dónde participó el jefe del Comando Sur.
Su objetivo implicaba coordinar desembarcos en México, Panamá y la isla de Curazao, a sólo unos kilómetros de Venezuela. Unas semanas más tarde anunciaron el incremento de su presencia con un crucero de misiles guiados, llamado USS Lake Erie, y un submarino de ataque rápido de propulsión nuclear, llamado USS Newport News.
En respuesta, el titular de Defensa venezolano, Vladimir Padrino, dijo que comenzaron “un despliegue importante con drones”, “recorridos fluviales con la Infantería de Marina por todos los ríos”, “patrullas navales en el Lago de Maracaibo, en el Golfo de Venezuela, y buques de mayor porte, más arriba al norte, en nuestras aguas territoriales”.
Además, el presidente Nicolás Maduro anunció el reclutamiento masivo de “fuerzas populares” para alcanzar el objetivo de 4,5 millones de milicianos en respuesta a las “amenazas” de Estados Unidos.

China mostró su desacuerdo con la operación llevada a cabo por EE.UU. Mao Ning, portavoz del Ministerio de Exteriores, dijo en una conferencia de prensa que se opone “a que potencias externas interfieran en los asuntos internos de Venezuela bajo cualquier pretexto”.
De esta manera se recrudecen aún más las tensas relaciones entre ambos países luego de la reciente disputa por los aranceles, cuestión que se mantiene calma debido a la tregua temporal alcanzada mediante acuerdos.
EE.UU. hace tiempo que viene realizando operaciones militares de este tipo en la zona del Caribe, por ejemplo, en junio con la visita de soldados estadounidenses a Panamá para realizar ejercicios militares con el objetivo de proteger el canal interoceánico, en el marco de una “creciente influencia china”, según había declarado su presidente Donald Trump.
El secretario de Estado de EE.UU. inició una gira dónde concretó acuerdos para contrarrestar la presencia de China en la región.
Con el motivo de movilizar tropas hacia el país panameño, el secretario de Defensa norteamericano, Pete Hegseth, dijo que “Estados Unidos no permitirá que China o algún otro país amenace el funcionamiento de la vía de navegación comercial”.
Preparación del territorio
En los últimos meses, bajo pretexto de la seguridad y el combate al crimen organizado, el Comando Sur, parte del ejército norteamericano destinado al Caribe y Sudamérica, también realizó acuerdos con los ejércitos de Ecuador, Paraguay, Perú y Chile.
El pasado 20 de agosto, el almirante Alvin Holsey, jefe del Comando, participó de la Conferencia Sudamericana de Defensa (SOUTHDEC), llevada a cabo en Buenos Aires, donde advirtió que su objetivo es combatir a “las empresas chinas que capturan tierra, infraestructura crítica y sectores estratégicos como la energía y las comunicaciones”.
El Gobierno Nacional avanza con su agenda securitaria contra el narcotráfico y el crimen organizado bajo la tutela de Estados Unidos y el Reino Unido.
Además de advertir que estas “controlan la inteligencia militar y las instalaciones espaciales en todo este hemisferio” y amenazan los “puntos de acceso marítimo críticos como el Canal de Panamá, que es vital para la economía de cada nación”.
Las medidas de EE.UU. para ganar influencia en la región tienen sentido ante el avance de China en las últimas décadas, convirtiéndose este último en el principal socio comercial de la región, sobre todo en lo que refiere a materias primas; como así también las relaciones crecientes en ámbitos diplomáticos, militares y tecnológicos.
En los últimos meses, varias empresas chinas avanzaron con acuerdos ligados principalmente al desarrollo energético. En Nicaragua, con la construcción de una planta de energía solar por parte de China Communications Construction Company Limited (CCCC); o en Ecuador, con la concesión operativa de Coca Codo Sinclair, la central hidroeléctrica más grande del país, a la firma PowerChina, sólo por nombrar algunos de ellos.
También el transporte y la logística son fundamentales para las cadenas globales de valor. Ante la negativa de poder adquirir el Canal de Panamá, las empresas apuntan a crear alternativas que reduzcan los costos de transporte en América del sur.
Reflotan las disputas por la ocupación de rutas comerciales estratégicas en América Latina.
En ese sentido, en junio de este año los gobiernos de Brasil y China llegaron a un acuerdo para reimpulsar la construcción de un tren bioceánico que conecte los puertos de Açu, en el Atlántico, y el de Chancay, Perú, en el Pacífico. El mismo fue ratificado en la cumbre de los BRICS, llevada a cabo en Río de Janeiro en julio.
Dicha iniciativa se suma al Corredor Vial Bioceánico que busca conectar la costa sur de Brasil con los puertos del norte de Chile, pasando por Paraguay y Argentina, aunque los países no avanzaron aún en un acuerdo que comience las operaciones.
La estrategia de este bloque también busca socavar la hegemonía norteamericana en las finanzas de la región. En el encuentro plantearon la necesidad de una “nueva moneda” para transacciones comerciales y el fortalecimiento del Banco de Desarrollo del BRICS, como “prueba de que una arquitectura financiera reformada es viable”.
La cumbre de países tuvo lugar la semana pasada en Brasil. China firmó un acuerdo para la construcción de una línea ferroviaria transoceánica que conectará las dos costas de Sudamérica.
En la 66° cumbre del Mercosur, realizada en junio en Argentina, “Lula” da Silva, presidente de Brasil, había declarado que estos corredores fortalecerán su “participación en las cadenas globales de valor” y obtendrán “beneficios de una mayor aproximación con Japón, China, Corea, India, Vietnam e Indonesia”.
Aún sin concluir el encuentro, Trump advirtió en la red social “X” que “cualquier país que se alinee con las políticas antiamericanas de los BRICS deberá pagar un arancel adicional del 10%”.
De esta manera, el movimiento de tropas, el comercio y la diplomacia se alinea con la disputa principal que los distintos proyectos de poder mundial llevan a cabo, y de la cuál es imposible prescindir para comprender la realidad de Latinoamérica.