Lo que se presenta como un fenómeno de carácter global teje los nudos que atan al problema con sus implicancias en el territorio local. Un fenómeno de estas características no encuentra su explicación en causas naturales y aparentes. Debemos hallar su explicación en la raíz del mismo, el territorio social.
Las empresas avanzan cuando sus tecnologías les permiten disminuir tiempo en la producción de mercancías. Estas últimas, son el manto que nubla la vista de quienes asisten a un escenario como meros espectadores. No podemos elegir la cancha, ni el árbitro. Simplemente estamos jugando, y ese partido es objetivo. La distinción reside entre quienes son sujetos testimoniales y quienes toman impulso para cambiar las reglas de juego.
En ese partido entran a jugar los sectores a través de iniciativas: juntando al Estado en todas sus escalas con el sector “privado”, discutiendo la reforma laboral que, como vemos, ya se está aplicando de hecho sin la necesidad de ninguna legislación y como saldo queda la organización de ejércitos de emprendedores, autónomos, independientes; en fin, de sobrevivientes.
Mientras las empresas avanzan y su utilización se naturaliza cada vez más ante la comodidad de los clientes, los trabajadores resisten y enfrentan a los fantasmas del progreso tecnológico. El consumo, anestesia. La mayor conexión digital es la contracara de la mayor división social.
Por ello, la resolución de nuestras iniciativas son indispensables, reconstruyendo los lazos necesarios de las organizaciones y los espacios que buscan transformar esta realidad.