Vivimos tiempos convulsionados, donde parece que todo pasa muy rápido, como si en sólo unos días se produjeran cambios que en años o en décadas hubieran estado a la espera de surgir. Movilizaciones con grandes columnas de estudiantes y trabajadores a lo largo y ancho de Latinoamérica disconformes con el actual sistema estuvieron en el ojo de la tormenta, haciendo temblar las estructuras de poder.
Esto parece ser una reacción a la bronca acumulada tras décadas, por no decir siglos, de explotación y opresión al pueblo. Las empresas dan muestra de su poderío territorial para controlar los recursos naturales y el valor generado por nuestro trabajo. Muestra de ello son las firmas/corporaciones económicas de las más diversas procedencias que así como se asientan en el territorio, también se van cuando ven amenazadas sus ganancias.
Para nosotros esta situación no escapa de la crisis general del sistema capitalista. Número tras número sobran los ejemplos que demuestran que los de arriba se pelean por seguir concentrando y acumulando valor, destruyendo toda institución/organización que sea de su adversario directo o que le deje de servir para combatirlo. Aunque no todo es de ellos, ya que la crisis también nos da la posibilidad como pueblo de proponer una agenda propia.
Para ello nada debe agarrarnos desprevenidos y frente al golpe feroz de estas corporaciones tenemos que generar una respuesta organizativa. Esto significa trabajar con los pies en el barro, en las Universidades, en los sindicatos y espacios de trabajo, en las Organizaciones sociales de los barrios, y cruzarlo todo en escenarios comunes donde confluyan en su diversidad pero con objetivos comunes los sectores del pueblo. Esto, creemos, es lo principal para nuestro cometido.