En un abrir y cerrar de ojos el ataque del virus cambió radicalmente nuestras vidas. Poco de lo viejo quedó en vigencia, y lo nuevo, que ya estaba en parte funcionando, se instaló definitivamente. La vuelta tan ansiada a la “normalidad” será otro tipo de normalidad a la que acostumbrábamos porque, si de algo estamos seguros, es que muchas cosas no volverán a ser como antes.
Aunque mucho de eso “nuevo” no tiene que ver con un interés general de la sociedad, sino más bien, con el provecho que solo algunos grupos toman de la situación, se abren nuevas posibilidades para trazar un camino propio.
Las condiciones en las que parte de la población ofrecía su fuerza de trabajo también cambiaron. Muchos perdieron su fuente de ingresos y otros luchando para agarrarse de lo ya poco que tenían, incluso a costa de infectarse y poner en riesgo su propia vida.
Ante esto, algunos supuestos representantes de la sociedad aprobaron una ley de reducción en el cálculo jubilatorio de la provincia reafirmando a través de sus acciones que, en realidad, la sociedad que representan nada tiene que ver con los trabajadores que la forjan cotidianamente.
El rechazo fue contundente y nos puso en frente de una situación que, hacia finales de 2018, no acostumbramos ver: protestas, caravanas, movilizaciones, fueron algunas de sus expresiones. Su heterogeneidad, en la forma de protesta y en los objetivos específicos de cada acción, no resta su importancia para el movimiento general, sino más bien genera nuevos desafíos para asumir en este escenario.
Varios conflictos abiertos construyen un mapa de descontento general que no está pudiendo canalizarse por las vías políticas tradicionales, como los partidos políticos o las instituciones vigentes. En Córdoba Capital se abrió el primer gran frente de conflicto con protestas, movilizaciones y fogatas callejeras de trabajadores del Municipio. A nivel provincial trabajadores de EPEC, docentes, médicos, judiciales y colectiveros, con distinta intensidad y articulación en cada ciudad, llevaron a cabo medidas en las últimas semanas contra la política del Estado provincial.
El 29 de mayo fue una expresión del momento, donde las centrales de trabajadores -CGT y CTA Autónoma- llevaron a cabo una jornada en conmemoración al Cordobazo con un pliego de demandas que exceden lo local y sectorial. Unas ocho ollas en merenderos y gremios se hicieron de manera coordinada en la ciudad, y otras 44 en toda la provincia. Además de que ese mismo día el Frente Social y Popular y UEPC coordinaron una caravana de autos que hacía mucho tiempo no se veía en la ciudad, también con réplica a escala provincial.
Aunque para la opinión pública lo que llamó la atención fue el motivo de las movilizaciones por “oposición al gobierno provincial” o su modalidad -caravana de autos en contexto de confinamiento-, lo interesante para nosotros, sin restar atención a las demandas concretas de las protestas, fue la independencia de los sectores que las impulsaron respecto a sus alianzas político-partidarias y parte de su marco de influencia.
Estas alianzas están atadas -voluntariamente o no- a sectores de la sociedad con intereses contrarios al conjunto de trabajadores y trabajadoras, por lo que es lógico que en ciertos momentos comiencen a resquebrajarse. Por eso, es necesario aprovecharlo para fortalecer los objetivos y el camino a emprender, abriendo la posibilidad de cruzarse y planificar acciones en conjunto entre pares.
La atención debe estar puesta en fortalecer la posición como trabajadores, fuera del alcance de aquellos que hacen todo lo posible por dividir a través de falsos antagonismos. Combatir el sectarismo se vuelve una prioridad para dar apertura al movimiento que emerge y es necesario organizar.
Otros buscan insistentemente canalizar el descontento de manera oportunista sólo a través de lo “legal” o institucional, ofreciendo reformas parciales, mecanismo que ha demostrado a lo largo de la historia como termina por destruir el interés colectivo en pos del interés privado de aquellos que someten a las grandes mayorías.
Por todo lo anterior, podemos decir que la nueva situación es prometedora y favorable para construir un camino propio. Hoy más que nunca es necesario retomar activamente la iniciativa para que la solidaridad entre trabajadores se haga efectiva y se fortalezca, que empuje hacia adelante espacios de encuentro y definir planes de acción a largo plazo que puedan sostenerse contra viento y marea.
Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro.