Opinión por Tomás Silvano, estudiante de Ciencia Política de la UNVM.
El miércoles 5 de mayo se realizó el Foro “Defensa de la Democracia en las Américas”, donde participaron representantes de la derecha latinoamericana, entre ellos algunos ex-presidentes como Mauricio Macri, presidentes como Sebastián Piñera e Iván Duque, y el Secretario General de la OEA, Luis Almagro. ¿Por qué hay que prestarle atención y qué incidencias puede tener en nuestra región esta reunión?
Posiblemente todas y todos hayamos visto o escuchado la noticia de que Mauricio Macri se había vacunado en una farmacia en Miami (de lo que se puede hacer mil análisis), pero lo que puede haber pasado desapercibido es la agenda del expresidente en dicha ciudad. En el mismo mensaje donde afirmaba haber recibido la vacuna de Johnson & Johnson, el exmandatario contó de su participación en un Foro organizado por el Instituto Interamericano para la Democracia, donde se debatió acerca de “las amenazas y acciones que se están llevando a cabo por distintos gobiernos de la región para dilapidar instituciones y con ellas, las libertades que garantizan las democracias”. Si omitiéramos el emisor de dichas palabras, podríamos decir que refiere a la represión en las calles de Colombia por ejemplo, pero esto contrastaría con el hecho de que el presidente de este último país también fue uno de los invitados a disertar en el Foro en “defensa de la democracia”. ¿Qué implicó este encuentro? ¿De qué se habla cuando se habla de democracia en este contexto? y ¿Qué incidencias puede tener en nuestra región?
Todos reunidos bajo el sol de la Florida
El Foro “Defensa de la democracia en las Américas”, fue organizado por el Interamerican Institute for Democracy (Instituto Interamericano por la Democracia), y estuvo patrocinado por otras organizaciones y medios de comunicación afines, como la Sociedad Interamericana de Prensa o Infobae.
Se realizó en el Hotel Biltmore en Miami y reunió a analistas políticos, congresistas norteamericanos, presidentes y expresidentes latinoamericanos, y representantes de organizaciones internacionales y regionales como la OEA.
La cuestión a pensar acá son los argumentos esgrimidos por los disertantes, ver cuál es la construcción discursiva en torno al concepto de democracia (¿Qué es democrático y qué no?) y cuáles son las soluciones planteadas frente a las supuestas amenazas de la democracia en América (¿Qué hago con el enemigo que quiere romper con lo que yo considero como democracia?).
Lo interesante es pensar al concepto de “democracia” como un concepto en tensión, en conflicto y determinado por la lucha política. Quienes en 2019 legitimaron el golpe de Estado en Bolivia (momento en el cual, a través de la “espada y la biblia”, se rompieron todos los acuerdos institucionales y constitucionales para la designación y sucesión presidencial), como la Organización de Estados Americanos (OEA), hoy consideran al gobierno electo de Luis Arce como una (cuasi)dictadura que con su mayoría rompe al sistema institucional boliviano.
Lo democrático no es, por tanto, aquello relativo a la voluntad de las mayorías, a las victorias electorales dadas en el marco de los canales institucionales tradicionales, y tampoco lo es el respeto por las instituciones establecidas en la constitución de los Estados (aunque quienes organicen esta reunión se consideren “republicanos”); “lo democrático” o la “democracia” son conceptos marcados por la disputa política y por la ruptura con el otro.
En el caso particular de los disertantes en el Foro, la democracia es relacionada con el libre funcionamiento de las fuerzas productivas, con el libre proceso de acumulación del capital, con la libre explotación del trabajo, y todo aquello que “estorbe” en ese proceso será condenado como lo “no-democrático”. “Lo democrático” se relaciona con cierta estabilidad de las instituciones de poder tradicionales, con la continuidad de determinadas matrices de poder económico-financiero, con respetar los preceptos del liberalismo económico. El otro, el “populista”, quien “usa las mayorías” para “quebrar esas instituciones”, es lo antidemocrático, es la amenaza a combatir. Y frente a esta amenaza, ante este enemigo, se justifica o legitima el uso de cualquier tipo de solución.
Los lobos se vistieron de corderos
El 28 de abril, los colombianos salieron a la calle frente a una serie de medidas gubernamentales que afectaban directamente la calidad de vida de las clases bajas y medias (si bien es un fenómeno más amplio, la explosión se dio por una reforma tributaria que implicaba, entre otras cosas, gravar los productos básicos de la canasta familiar, aumentar el costo del combustible, e imponer el IVA a servicios como el funerario en medio de la crisis sanitaria de Covid y un aumento sostenido de la pobreza). Frente a la movilización popular, la respuesta del gobierno conducido por Iván Duque fue la represión: 43 muertos, cientos de desaparecidos, casos de abuso sexual por parte de las fuerzas, etc.
Entre octubre de 2019 y marzo de 2020, los chilenos salieron también a reclamar. La respuesta del gobierno de Sebastián Piñera fue, también, la represión por parte de las fuerzas de seguridad, dejando cientos de heridos y más de 30 muertos. En el mismo año se dieron movilizaciones en Ecuador, Lenin Moreno respondió, nuevamente, con represión, dejando más de 10 muertos y cientos de heridos.
Cada caso es particular, y sería imprudente entenderlos como iguales. Lo que sí podemos ver es que en los tres casos las clases populares levantaron la voz frente a una estructura económica y social sumamente desigual, en los tres casos la respuesta estatal fue la cruda represión, y en los tres casos, los dirigentes que ordenaron esas represiones fueron convocados para hablar de “la defensa de la democracia en las Américas”.
Quienes rompieron acuerdos democráticos tan básicos como la libre expresión de la disconformidad, son los mismos que se guardan para sí la capacidad de fijar los significados de la democracia y sus instituciones; quienes avanzaron sobre los derechos de la ciudadanía imponiendo su modelo, buscando quebrar toda esperanza de transformación social, son los mismos que se presentan como guardianes de las libertades individuales en Latinoamérica y como representantes del progreso de nuestra región; y quienes históricamente se relacionaron con los poderes económicos y judiciales, hoy se presentan como paladines de la justicia. Lo cierto es, que la principal incidencia para nuestros países es la legitimación de un modelo que claramente se construye sin el otro, que se construye “dejando afuera” a quienes históricamente han sido explotados en nuestro continente.
Quizá las lanas del discurso democrático y republicano permitan ocultar lo que realmente habita bajo el manto: los lobos que conocemos.
Las democracias latinoamericanas tienen sus falencias: nuestro continente es el más desigual del mundo, existen constantes atropellos a los derechos de nuestras sociedades y la represión aparece como la salida de muchos de los gobiernos de la región. Ante esta situación, la respuesta de los dirigentes de la derecha es reconfigurar lo democrático y lo antidemocrático, pensar las políticas populares y redistributivas (con los fallos que podemos encontrar en ellas) como atropellos a las instituciones y no como formas de rever el pacto social de nuestras sociedades. Lo visto en Miami es la conformación de un frente organizado de la derecha para ocultar las actitudes represivas de sus gobiernos (Duque, Piñera, Moreno, el propio Macri), modificando los términos del debate público y pensándose a sí mismos como los veedores del cumplimiento de las reglas democráticas.
La incidencia puede ser grave, esos mismos pactos y visiones lograron, en otras épocas, penetrar en la conciencia de nuestras sociedades. Los resultados en esos años fueron la imposición de un modelo económico y social que se sustentó con un modelo de represión particular, y los residuos del neoliberalismo todavía habitan en nuestras estructuras. ¿Qué se puede hacer frente a esto? Quizás lo que nos queda a nuestro alcance es quitarle el manto a los lobos, redescubrirlos como fieras y no comprarlos como corderos.