La necesidad de ampliar, integrar y controlar el sistema productivo global llevó al capitalismo a desarrollar las nuevas tecnologías digitales surgiendo, en paralelo a ellas, un nuevo escenario de disputa de intereses.
La integración productiva global logró imponerse como una realidad a partir de la fuerza generada por el desarrollo tecnológico. La misma se encuentra motivada por distintos actores sociales que entran en la disputa con la necesidad de obtener cada vez más riquezas. Para ello, necesita de la explotación progresivamente mayor de la fuerza de trabajo y los recursos naturales de todo el mundo.
En sólo un par de décadas aumentó exponencialmente el desarrollo de mecanismos para automatizar los procesos productivos, acelerando los ritmos de producción y teniendo un control minucioso de todo ello en tiempo real. Allí es cuando las tecnologías digitales entran en escena con un rol predominante.
Ataques informáticos en la economía
Este nuevo escenario digital permitió a las grandes empresas de todo el mundo impulsar a máximos históricos el nivel de productividad y ganancias, aunque también las expuso a nuevas amenazas de sus competidores a través del espionaje, el hackeo o directamente la intervención en los softwares con los que operan.
La incidencia directa de estos métodos surge en paralelo al desarrollo de las tecnologías digitales. En 2010 una empresa de seguridad ubicada en Bielorrusia llamada VirusBlokAda, descubrió a un gusano informático llamado Stuxnet que espía y reprograma sistemas industriales con capacidad de afectar a infraestructuras de centrales nucleares.
A comienzos de la década pasada, las compañías petroleras Saudí Aramco y RasGas de Qatar, fueron objetivo reiterado de ciberataques con diferentes grados de impactos en sus sistemas de información y productivos. Las dos fueron atacadas por el mismo virus llamado Shamoon, y causó estragos modificando las directrices del software provocando hasta riesgos de incendios o explosiones.
En mayo de este año, el Colonial Pipeline en los EE.UU., el oleoducto capaz de transportar unos tres millones de barriles de combustible al día de Texas a Nueva York a lo largo de más de 8.800 kilómetros, fue golpeado por un ciberataque que lo mantuvo cerrado por varios días. Según el FBI el mismo fue realizado por un grupo llamado DarkSide, poniendo de manifiesto la vulnerabilidad del sistema de energía estadounidense.
A su vez, en otros sectores ligados genéticamente con lo virtual también son objetivo de ataques cibernéticos, como en el caso de las entidades financieras. El banco estadounidense J.P. Morgan Chase & Co reveló en 2014 que un ciberataque puso en peligro la información personal de más de 76 millones de familias y pequeños negocios que tienen cuentas en esa entidad.
Las nuevas monedas virtuales también fueron un claro ejemplo de ello. En 2018, Recorded Future publicó un informe que vinculaba al Grupo Lazarus con ataques sufridos por usuarios de Bitcoin y Monero principalmente en Corea del Sur, aunque sin afectar al sistema en general.
Uno de los casos más figurativos de ataques a empresas del sector económico se llevó a cabo en 2017 en Ucrania con el virus llamado NotPetya, hecho que da inicio, según varios analistas, a la nueva modalidad de “Ciberguerra”. El mismo fue creado con la intención de cifrar y destruir el contenido de los sistemas informáticos, robo de contraseñas y al comienzo había afectado al 10% de los dispositivos de todo el país.
Producto de ello se cerraron bancos, puntos de venta, se paralizaron gran parte de las Administraciones públicas del país, aeropuertos, líneas de ferrocarril, hospitales y oficinas de correos. Además los daños ocasionados también afectaron gravemente a empresas navieras, farmacéuticas, de transporte, de construcción y alimentarias a nivel mundial.
El ataque de este virus no se limitó a Ucrania, también afectó a dos hospitales de EEUU y causó daños en grandes empresas de Rusia, aunque no se ha comunicado oficialmente sobre su impacto real.
Arma gubernamental
Los gobiernos de las potencias mundiales vienen desde hace varios años con acusaciones cruzadas sobre ataques, injerencias y desarrollo de la tecnología de defensa digital. Igualmente, las agencias encargadas de la investigación y las posteriores acusaciones son secretas y trabajan con información confidencial por lo que es difícil saber qué grado de incidencia real tienen los ataques.
En junio de 2018, el gobierno de China afirmó que la mayor parte de los ciberataques que sufre el país provienen de EEUU. The New York Times, unos días después del informe, afirmó que el Pentágono y los servicios de Inteligencia de EEUU estaban llevando a cabo ciberataques masivos contra las redes de suministro eléctrico en Rusia. Moscú, por su parte, advirtió de que esto podría suponer el inicio de una ciberguerra entre ambos países.
Como hecho más actual, en junio de este año la nueva directora de Inteligencia Nacional nombrada por Joe Biden, Avril Haines, publicó un informe respaldado por la CIA, el FBI, entre otras importantes instituciones de la inteligencia norteamericana, en el que menciona “varios incidentes durante los cuales actores vinculados con los gobiernos ruso, chino e iraní atentaron contra la seguridad de las redes de organizaciones políticas, de candidatos o de partidos” durante los comicios de 2020. Inmediatamente después las autoridades de Rusia salieron a desmentir tal acusación.
En la edición 62 de Tribuna comentamos como EEUU, la UE, la OTAN y cinco países más acusaron a piratas informáticos apoyados por el gobierno de China de estar detrás del ciberataque del pasado marzo contra el sistema de correo electrónico de Microsoft. La Casa Blanca dijo en un comunicado que China fomenta “una organización de inteligencia que incluye a piratas informáticos contratados que también realizan operaciones cibernéticas no autorizadas en todo el mundo, incluso para su propio beneficio personal”.
Por otro lado, a mediados del 2020, autoridades de EEUU, Canadá y Reino Unido acusaron a un grupo conocido como APT29 de buscar usurpar los “secretos” de la vacuna contra el COVID-19 a inicios de su investigación el año pasado. El ministro británico de Exteriores, Dominic Raab, dijo que “es completamente inaceptable que los servicios de inteligencia rusos tengan como objetivo a aquellos que trabajan para combatir la pandemia de coronavirus”.
Espionaje ciudadano
Aunque la utilidad de la vanguardia tecnológica digital esté ligada a los sectores productivos y servicios de inteligencia estatal para la defensa de los mismos, parte de ella es utilizada para el control ciudadano.
Periodistas de Forbidden Stories y la asociación Amnistía Internacional, junto a varios medios internacionales, denunciaron a la empresa NSO Technologies (con sede en Israel) de utilizar su programa Pegasus para vigilar alrededor de 50.000 números de teléfono seleccionados desde 2016.
La empresa tiene ya varias acusaciones similares y saltó a la luz con la contratación en 2016 que hizo Enrique Peña Nieto, en ese entonces presidente de México, con el que utilizaba el software para espiar a periodistas, militantes de derechos humanos y opositores políticos.
Decía el Financial Times en 2019 que la empresa israelí aseguraba a sus clientes que era capaz de extraer todos los datos de una persona de las nubes de Apple, Google, Facebook, Amazon y Microsoft. Por su lado, WhatsApp denunció a NSO Group por usar su app para el espionaje de hasta 1.400 personas.
NSO Technologies es una subsidiaria del grupo de empresas Q Cyber Technologies y cuenta con sedes en Luxemburgo y Norteamérica, mediante una subsidiaria llamada Westbridge.
Sus ingresos anuales rondaron los 150 millones de dólares en 2015 y, en junio de 2017, Francisco Partners puso a la venta la empresa por mil millones de dólares. Los fundadores Lavie y Hulio, en asociación con el fondo de capital privado europeo Novalpina Capital, compraron una participación mayoritaria en NSO en febrero de 2019. A su vez, ellos mismos también fundaron Kaymera, una compañía diseñada para resolver los problemas exactos que NSO creó.