La relación social promovida por el capitalismo cuenta con una extraordinaria capacidad de autosuperación, impulsada por la ampliación productiva, el control territorial y la subordinación de todos los pueblos trabajadores del mundo. En ese escenario, la disputa asume la forma de una crisis sin precedentes contemporáneos.
Los mecanismos utilizados no son para nada innovadores y el virtuosismo político con el que se mueven sus representantes es digno de admiración. Todo ello realizado a costa del sufrimiento de un pueblo trabajador diezmado y sin un proyecto político propio.
Las tendencias principales buscan acaudillar a las expresiones más vacilantes de la pequeña burguesía y llevar hacia sí la fuerza de las organizaciones de trabajadores como su principal objetivo. Ante ello, emerge la imperante necesidad de una salida que revierta la situación y contemple la realidad del trabajo.
El proyecto soberano que proponen las tendencias políticas mayoritarias, junto con ideologías aparentemente progresistas, parece no salirse de los márgenes establecidos y embanderan sus intereses en nombre de todo el pueblo y la clase trabajadora. Mientras tanto aprovechan continuar con su plan de saqueo extremo realizándose a los ojos de todos y con la complicidad de otros sectores de poder.
Allí juegan sus proyectos soberanos, hablan de recursos y desarrollo industrial, de supuestos beneficios que nos brindan, como por ejemplo el CEO de Toyota, Daniel Herrero, diciendo que “tenemos que trabajar, con nuestra responsabilidad social, en la educación de la Argentina hacia el futuro”.
Su interés por los trabajadores y la educación de nuestro país no mueve ni siquiera un pelo la desazón en la que nos hunde sus nefastos intereses. Como él, otros caudillos políticos nos venden propuestas sin avanzar siquiera un milímetro en el meollo de la cuestión.
La tendencia que busca dominar el movimiento social promueve una disciplina obsecuente y, a medida que se desarrolla el escenario, los elementos que antes aparecían ocultos o difíciles de caracterizar posicionan a los actores tal como son, con sus intereses a flor de piel y, ahogados en un vaso de agua, pretenden salir al nado sin una base material que los sustente.
La resolución del escenario principal solo ofrece para la clase trabajadora un rol de reparto, al rumbo de una anunciada derrota. Por eso la urgencia del momento es la construcción de un nuevo escenario, que abra paso a otro destino. Y ello solo será posible militando la unidad de todo el pueblo trabajador, sin perecer a las magras concesiones de la clase dominante.
Ahí mismo es donde debemos animarnos a jugar, expresando organizadamente nuestro interés, tomando el toro por las astas para la emergencia de nuestro proyecto soberano, y dejando de pelear innecesariamente por intereses que materialmente nos son ajenos.