Entre lo nuevo que no termina de nacer y lo viejo que no termina de morir: el territorio lationamericano es escenario de masivas y contundentes luchas populares. En Colombia se lleva a cabo hasta la actualidad.
Latinoamérica es uno de los territorios más ricos del mundo, donde se encuentran las mayores reservas de agua, petróleo y litio, de donde sale una gran parte de los productos agrícolas y minerales que se producen a nivel global y con más de 700 millones de habitantes. Las clases dominantes, en su afán de obtener mayores márgenes de ganancias, explotan sin piedad -y sin importar las nacionalidades- a los trabajadores, sometiendo a una vida de miseria y pobreza a cerca de la mitad de su población.
Pero, esa penosa situación compartida a lo largo y ancho del continente también permite oponer límites y resistencias en una escala de igual dimensión. En las últimas décadas se vienen manifestando nuevos y mayores grados de actividad política, reclamos y participación, desde donde explotaron las rebeliones populares y movimientos de oposición política, nucleando tras de sí a estudiantes, pequeños comerciantes y trabajadores independientes.
Todas esas experiencias se nos aparecen como una realidad alejada y ajena, dividida por las fronteras entre nuestros países y las obvias diferencias que tienen los pueblos entre sí. Pero ello no advierte que esas diferencias dejan de tener importancia determinante ante una cuestión en común: la lucha de los pueblos.
La clase trabajadora latinoamericana viene desarrollando en las últimas décadas un largo proceso de preparación mediante enfrentamientos cada vez más intensos y sostenidos en el tiempo. La misma, diezmada por masacres, dictaduras militares, inanición y aniquilamiento de su fuerza política, sale a cuestionar el orden establecido mediante movilizaciones que resultan en toma de territorios por parte de los manifestantes, situación que comienza a ser moneda corriente en esta porción del planeta.
Contexto de lucha Latinoamericana
En Argentina se dieron dos hechos fundamentales que precedieron a las rebeliones populares de Ecuador, Chile y, actualmente, Colombia. Las movilizaciones de 2017 contra la reforma previsional y, al año siguiente, la implacable lucha de obreros y estudiantes en muchas ciudades del país con las tomas de las universidades, ministerios, edificios públicos y fábricas continúan dando forma a un movimiento que data de largas décadas de resistencia.
En el año 2019 explotaron en Ecuador masivas movilizaciones que se convertirían luego en un paro permanente contra reformas que buscaba impulsar el gobierno de Lenin Moreno. Este último tuvo que sacar el ejército a las calles e impuso el toque de queda, concluyendo con el reclamo popular después de casi 20 días de intensas movilizaciones y enfrentamientos. Allí, las Fuerzas de Seguridad fueron las encargadas de causar bajas a través de asesinatos, desapariciones y controlando violentamente los movimientos de protesta en las calles, situación que se va a replicar cada vez con mayor intensidad en los demás países.
El 25 de octubre, sólo unos días después de aplacada la movilización en Ecuador, estudiantes y trabajadores comenzaron en Chile el “estallido social” que duraría firmemente hasta marzo del año siguiente. Allí, el combate fue feroz y las masas recobraron métodos de lucha cómo barricadas, tomas, saqueos, ataques relámpagos y confrontación directa con las fuerzas de seguridad con la llamada “primera línea”.
En pleno desarrollo de las movilizaciones, en el país limítrofe de Bolivia se llevó a cabo un golpe contra el gobierno del MAS, imponiendo a Jeanine Áñez como presidenta de la nación el 10 de noviembre. Esto ocasionó la reacción de amplios sectores de trabajadores, viéndose en las calles de varias ciudades columnas de obreros mineros e indígenas avanzando sobre las propias filas de la policía y el ejército. La respuesta fue el asesinato, la persecución y desaparición de trabajadores durante varios días que duró la tensión. La potente oposición no fue suficiente para revertir el golpe sobre el gobierno.
Además, ese mismo año, en Colombia la Policía Nacional asesinó a Javier Ordóñez, motivo que hizo estallar el descontento de las centrales sindicales, organizaciones sociales y militantes de todo el país, definiendo un Paro Nacional para el 21 de noviembre. Las manifestaciones continuaron de manera intermitente hasta finales de febrero del 2020. Las consignas principales apuntaban contra la política del Gobierno, denunciando el incumplimiento del Acuerdo de la Paz con el asesinato de líderes sociales y contra la corrupción. Allí es cuando queda conformado el Comité de Paro. Este último cumplió un rol dirigente en el inicio de las manifestaciones de este año.
Lo común de estos movimientos es su surgimiento a partir de la oposición a una medida gubernamental o descontento con el sistema político institucional establecido, derivando en masivas movilizaciones con cuestionamientos al orden social y creando en paralelo nuevas formas organizativas propias e independientes. Además, todas ellas fueron reprimidas (con menor o mayor intensidad) por las fuerzas del orden de cada país y posteriormente llevadas al ámbito parlamentario, concluyendo así con la potencia transformadora de los movimientos y su marco de alianzas sociales logrado mediante la lucha en las calles y la organización.
En la actualidad, en países como Brasil y Uruguay se están llevando a cabo movimientos opositores a los gobiernos que nuclean a amplias masas de trabajadores, organizaciones, sindicatos y movimientos sociales. En el caso de Uruguay ya se llevó a cabo el segundo paro general en pocos meses y, para el caso de Brasil, las movilizaciones contra el gobierno de Bolsonaro son cada vez más masivas. Sólo hace algunos días estudiantes tomaron la Prefectura de Sao Paulo al no obtener respuestas mediante las vías tradicionales o ya enmendadas anteriormente con la movilización y la protesta.
Sumado a ello, en Ecuador y Paraguay también se hicieron masivas movilizaciones la semana pasada con un fuerte componente obrero. En las mismas confluyeron sectores del sindicalismo, docentes, trabajadores del sector de la salud y dirigentes indígenas y campesinos reclamando contra políticas de gobierno perjudiciales para el pueblo.
Movimiento en Colombia
Colombia es el territorio de la última y todavía actual fuerza en movimiento. En 2019 apaciguaron las ansias transformadoras de las masas con la Gran Conversación Nacional, que no tardó en transformarse en una nueva frustración tras la traición de los oportunistas parlamentarios, ejecutando una demagogia feroz para calmar las aguas en el país.
Este año todo estalló con la presentación de un proyecto de ley del presidente Iván Duque que intentaba subir el IVA a los combustibles, insumos agrícolas, productos de primera necesidad y servicios públicos. Además, según algunas organizaciones, “se establece en la práctica la congelación de salarios en el sector público hasta el 2026”.
Ello generó el descontento inmediato de trabajadores, pequeños comerciantes y campesinos, pequeños propietarios y transportistas, viéndose perjudicados con las medidas propuestas en la reforma. Así, el Comando Nacional Unitario, conformado por las Sindicales CUT, CTC y CGT, las Confederaciones de Pensionados CDP y CPC y la Federación de Trabajadores de la Educación, Fecode, expusieron casi de inmediato las once razones por las que exigen el hundimiento de la reforma tributaria. Posteriormente el Comité de Paro convocó para el día 28 de abril un paro nacional.
En el día del paro se realizaron multitudinarias marchas que partieron desde distintos puntos de la capital hacia lugares de confluencia realizando bloqueos de carreteras, tomando edificios públicos y estorbando la logística económica del centro de la capital. Tanto en Medellín como en Cali (2da y 3ra ciudad con mayor cantidad de habitantes) fueron foco de grandes movilizaciones y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
El Gobierno Nacional adoptó una posición reaccionaria y represiva ante las movilizaciones, causando el asesinato de alrededor de 45 personas (una importante mayoría provenientes de la ciudad de Cali), la desaparición forzada de alrededor de 600 (de las cuales 130 aún se encuentran desaparecidas), violaciones a mujeres y más de 2100 heridos. La mayoría de los hechos fue responsabilidad del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD), una unidad especial de la Policía Nacional de Colombia, surgida en 1999 como parte del Plan Colombia impulsado por EEUU para el control de los disturbios, las movilizaciones populares y las guerrillas en el país.
Por el grado de combatividad y resistencia, es innegable el papel fundamental que tuvo el movimiento en la ciudad de Cali. Allí es donde se desarrollaron más fuertemente órganos de poder horizontal entre la población, con redes de contención y organización de comunas. La Unidad de Resistencias de Cali convocó, en un primer momento, a delegados de los diferentes puntos de manifestación en la ciudad llevando a cabo una asamblea local.
Posteriormente, la Unidad convocó a una Asamblea Nacional Popular para el 19 de julio, llevada a cabo durante 4 días consecutivos, en la que acudieron referentes de todo el país. Allí, pidieron un cambio en la política pública que garanticen los servicios públicos y necesidades básicas a los más vulnerables, así como el respeto al derecho a la protesta.
El movimiento va avanzando y aprendiendo de sus experiencias, donde la organización popular y horizontal de las masas comienzan a surgir de forma natural ante la inoperancia de los sectores políticos y gubernamentales de solucionar necesidades básicas de la población. Así los y las trabajadoras de toda latinoamérica se unen y pelean junto con los sectores excluidos de cada uno de sus países buscando transformar esta realidad que mucho les exige y que sólo le da como respuesta la desidia.
Los movimientos en los últimos años dan apertura a un nuevo periodo de enfrentamiento, en el cual las fuerzas sociales comienzan a tomar conciencia de la situación y se organizan para superarla. Se vuelve cada vez más real lo inevitable: la confrontación directa y frontal entre las fuerzas antagónicas de nuestra sociedad. Las llamas que aparecen dispersas pronto se convertirán en un gran incendio incontrolable.