Hoy se explicita claramente la contradicción entre la generación de ganancias y las condiciones dignas de vida para la humanidad. La voracidad expansiva, con el desarrollo de alcance global de las cadenas productivas, vuelve incompatibles estas dos cuestiones.
Este orden tiene en su cúspide a las calificadoras y los grandes fondos de inversión que estructuran a sus necesidades la totalidad del territorio social a través de un sistema financiero potenciado por el avanzado desarrollo de las tecnologías digitales. Éstas articulan los sucesos de todos los rincones del mundo de forma inmediata, ampliando las repercusiones y sus consecuencias de esta escala del conflicto.
El mundo de las finanzas y sus complejos mecanismos de acción transcurren como un espacio divorciado de la realidad de los miles de trabajadores a pie. Este ritmo de acumulación de ganancias tiene anclaje en el control del dinero por parte de unos pocos y la desposesión de las manos de sus verdaderos productores.
La fórmula del éxito para las clases dominantes está asegurada en base a la libre circulación del dinero, que se inyecta en cualquier lugar del globo generando condiciones para el saqueo de los recursos a través de tasas de intereses, reducción de impuestos y diversos instrumentos financieros.
Mientras tanto, los productos del trabajo humano descansan sobre la base de jornadas de larga prolongación e ingresos mínimos capaces apenas de reproducir sus vidas para luego ser intercambiados en el mercado por dinero.
El poder transcurre como ejercicio en los hechos y desde allí, bancos y fondos de inversión materializan las políticas sociales impuestas sobre el conjunto de las fracciones. Lo que se enuncie, aún con fieles intenciones de recuperación para pymes industriales y trabajadores informales, se refuta por la propia realidad.
En esta etapa histórica, los ciclos de crisis, endeudamiento, inyección y luego control del dinero, se desarrollan como los engranajes que aseguran la concentración de grupos financieros, controlando los sectores de la recuperación post pandémica: bancos, complejos agroexportadores, la gran industria siderúrgica y alimenticia.
En su proceso de acumulación, van conformando una base social cada vez más amplia de trabajadores empobrecidos, como los 9 millones de informales que “salieron a la luz” y cobraron el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) en la pandemia. Su correlato fue el aumento de la inflación beneficiando a las empresas alimenticias y del complejo agroindustrial inyectando ingresos en pesos para pagar alimentos y servicios tasados en dólares.
La profunda dependencia hacia esos mecanismos nos plantea la necesidad de romper definitivamente con los grupos que detentan el poder, situación que sólo será posible con la emergencia de la lucha y la unidad de todos los trabajadores en su reclamo por una vida digna.