La deuda de EEUU llega a máximos históricos y las tensiones se recrudecen al interior del sistema político. La semana pasada extendieron los plazos para que el país no se paralice aunque sigue el riesgo de default.
El Congreso de Estados Unidos sancionó el jueves pasado una extensión temporal del presupuesto evitando a último momento el cierre de los servicios públicos federales, un proceso conocido como “Shutdown”.
La norma fue aprobada primero por el Senado, con 65 votos a favor y 35 en contra, para luego pasar a la Cámara de Representantes, donde fue sancionada con 254 votos a favor y 175 en contra.
Según lo establecido por ley si el presupuesto no se completa para el nuevo año fiscal el Congreso debe aprobar una resolución autorizando la financiación temporal similar a la del año anterior. En el caso de no aprobarse se “cierra” el Gobierno central dejando de emitir pasaportes, cerrando parques nacionales y monumentos, deteniendo los proyectos de la NASA, y otras de sus funciones.
Así, los últimos días fueron de enorme tensión ya que la aprobación debía acordarse, no sólo entre los partidos Demócrata y Republicano (que cuentan con la mitad de representantes cada uno en el Senado) sino, también, hacia el interior del partido gobernante con sus distintas tendencias.
Desde los años 70´, cuando se aprobaron nuevas leyes presupuestarias, el país se quedó sin fondos alrededor de 20 veces, aunque la mayoría ha sido sólo durante un día. El cierre de gobierno más largo ocurrió durante la presidencia de Donald Trump en 2018 y se extendió por 35 días.
Pero la situación más preocupante gira en torno a la aprobación para aumentar la capacidad de endeudamiento con el objetivo de financiar el déficit presupuestario, cuestión de extrema complejidad teniendo en cuenta que EEUU es el país más endeudado del mundo y este año la deuda pública superó a su PBI.
El Congreso tiene tiempo hasta el 18 de octubre de este año para hacerlo si quiere evitar el primer default en su historia. Así, el país norteamericano dirime su futuro entre seguir acrecentando la burbuja para financiar el gasto público o cerrar la canilla de la deuda corriendo el riesgo de desplazar al dólar como moneda de referencia mundial.
La economía y el presupuesto
Para poner en contexto, según distintas estimaciones del Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la CIA (agencia de inteligencia norteamericana), EEUU tiene un PBI de aproximadamente 22 billones de dólares, ubicándose como la primera economía más grande del mundo, seguida por China. Los primeros 3 estados (de un total de 50) concentran el 30% del PBI (California, Texas y Nueva York).
El discutido proyecto presupuestario para el año fiscal 2021, que comienza en octubre, asciende a un total de 4,8 billones de dólares, posicionándolo como el presupuesto público más grande del mundo.
Para tener una referencia, según el presupuesto presentado para el año 2020, el 10% del total se destina a gasto militar, llegando a los 778.000 millones de dólares, consolidando a EEUU como el país con el mayor gasto militar del mundo. Así, casi el 40% del gasto en defensa mundial lo realiza este país.
Aunque, a decir verdad, el gasto en este sector viene reduciéndose en relación al total desde 1980, ganando terreno los planes de infraestructura, salvataje de empresas y en programas de salud y educación, cómo en el caso del Medicare.
Dicho presupuesto, en general, es financiado a través de la recaudación del Servicio de Impuestos Internos de Estados Unidos, pero desde 1980 hasta la actualidad sólo 3 años terminó con superávit fiscal (cuando lo recaudado supera el gasto) y desde la crisis del 2008 el déficit superó todos los años los 500.000 millones de dólares, superando en algunos años ampliamente el billón de dólares.
La bicicleta de la deuda
Para financiar el déficit presupuestario, imposible de cubrir con los impuestos, el país acude al endeudamiento a través de la emisión de bonos soberanos del Tesoro, cuestión que se asienta como política económica desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Allí se encuentra el quid de la cuestión.
La deuda se incrementó en forma sostenida desde principios de los años 50´ hasta su estallido a mediados de los años 80 por la “represión financiera” iniciada por Paul Volcker desde la Reserva Federal, para luego volver a retomarse a partir de los 90´ con Alan Greenspan al mando.
El mecanismo es similar al de todos los países: el Tesoro emite bonos soberanos que se ofrecen en el mercado con un plazo de devolución de entre 5 y 10 años y una tasa de interés que en la actualidad se encuentra en el 0,25%, así el país cuenta con la liquidez necesaria para ejecutar las pautas presupuestarias.
Año tras año, obligado a acudir a dicho mecanismo, el país acrecentó progresivamente su deuda y así, lo que inicialmente servía para cubrir el déficit, hoy se necesita para no entrar en cesación de pagos, básicamente para poder cumplir con los plazos establecidos de la deuda emitida por la propia Reserva Federal (FED, por sus siglas en inglés) a través del Tesoro.
En la actualidad, sólo la deuda pública (esto sin considerar programas de financiamiento corporativos, de entidades privadas y organismos multilaterales) llega a la increíble suma de 28,1 billones de dólares, significando unos 84.600 dólares por cada uno de sus habitantes. Ello significa que, así se destinara el total del presupuesto anual, el pago de su deuda demoraría casi 6 años en cumplirse.
La economía norteamericana no es la única en esta situación ya que, según un informe del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés), el monto de la deuda global (contemplando la deuda pública y corporativa) llegó este año a un récord de 296 billones de dólares, situándose en aproximadamente el 353% de la producción económica anual mundial.
Aunque, para el caso de EEUU adquiere especial relevancia cuando se trata de la economía responsable de emitir la moneda de referencia a nivel mundial a través de la cual los poderes globales disputan su propiedad y manejo.
Los dueños de la bomba
La FED, a través de sus distintas dependencias y organismos, comanda las operaciones en el sostenimiento del patrón monetario emitiendo monedas y bonos, estableciendo las tasas de interés y cumpliendo el rol de Banco Central en la definición de las políticas fiscales y monetarias del país. De allí nos preguntamos, ¿Quienes la controlan?
La realidad es que sólo quienes tienen acceso a información confidencial pueden saberlo con certeza, aunque sí es de por más conocido que nada tiene que ver con una institución “pública” que defienda los intereses de la ciudadanía norteamericana, sino justamente todo lo contrario.
Desde su creación en 1913, la FED estuvo financiada por grandes bancos y entidades financieras, entre quienes se encontraban las familias Rothschild y Rockefeller. A partir de los 70´, la moneda norteamericana se impone “inundando” la economía mundial, lo que le permite desprenderse de sus reservas en oro y liberar la impresión del billete. Así la FED emerge cómo paladín del patrón monetario global.
En la actualidad el organismo es presidido por el republicano Jerome Hayden Powell, nombrado por Donald Trump en 2017, con quien luego terminó teniendo profundas diferencias en cuanto a la definición de las tasas de interés y la política monetaria implementada por el organismo.
Durante la crisis del 2008 la FED distribuyó préstamos por más de 16 billones de dólares a bancos que, a partir de ello se deduce, son sus principales accionistas. Así, a pesar del blindaje, pueden estimarse nombres: entre ellos figuran Citigroup, Morgan Stanley, Bank of America, Barclays PLC, Goldman Sachs, Credit Suisse, Deutsche Bank, JP Morgan y Lehman Brothers, entre otros.
Quienes tienen capacidad de mando sobre estos bancos, posicionándose dentro de sus directorios y contando con un importante porcentaje del paquete accionario, son los Grandes Fondos de Inversión (GFI), que tienen cómo actores principales a BlackRock, Vanguard, State Street y Fidelity.
Los acreedores
Teniendo en cuenta lo anterior, es importante conocer quienes poseen el enorme monto de la deuda actual de los EEUU y que posiciones asumen en dicho escenario. Según Ámbito, en coincidencia con nuestro planteo anterior, el grupo con mayor tenencia de deuda es el llamado “Inversores privados” constituido por aseguradoras, empresas y fondos de inversión, que cuenta con casi 9 billones de dólares y representan más del 30% del total.
Llamativamente otro actor de peso en la tenencia de la deuda norteamericana es la propia FED que le compra al Tesoro los bonos y actualmente posee casi 5 billones de dólares, siendo el que más adquirió deuda en el último año.
Esta deuda en particular se utiliza para la dirección de fondos a paquetes accionarios de empresas, como en el caso del presidente del Banco de la Reserva Federal de Dallas, Robert Kaplan, que renunció la semana pasada tras conocerse operaciones realizadas con información de flujos de la FED.
Entre otros acreedores importantes se encuentran los Fondos de Pensión público, con más de 6 billones, y países e inversores extranjeros, que en total poseen más de 7 billones. Aunque la demanda por parte de estos últimos viene debilitándose desde 2014, y la participación de los extranjeros en el total es cada vez menor, Japón y China siguen teniendo un peso predominante entre los mayores tenedores, con 1,2 y 1,1 billones de dólares respectivamente.
Así, el debate que abre las aguas y se intenta dirimir en el ámbito político oculta su rasgo principal. La disputa se centra en la ejecución de movimientos que creen un escenario favorable para el acrecentamiento exponencial de las ganancias de estos grandes bancos y fondos de inversión, dejando en último plano el bienestar de la población y la saciedad de sus necesidades humanas.