El desarrollo de las contradicciones hacia el interior del sistema capitalista crece a pasos agigantados. Las clases dominantes generan marcos de encuentro y unidad internacional para llevar adelante su política económica en todos los países y así subordinar con su programa de gobernanza global a los pueblos del mundo. Aunque también les resulta imposible ocultar las tensiones internas y las posibilidades de enfrentamiento entre ellos mismos, ya no con mecanismos comerciales y amenazas diplomáticas, sino también con la utilización de armamento militar y tecnología de avanzada.
Latinoamérica, atada a las condiciones de dicho enfrentamiento corre detrás de los proyectos en disputa sin posibilidad de desanclarse soberanamente. Así, bajo el caudillaje de las clases parasitarias, que reciben algunas migajas del reparto mundial de las ganancias, la soberanía popular se vuelve irrealizable.
En ese marco, la emergencia de las demandas populares se hacen cada vez más contundentes y generalizadas en todo el continente. Tomas, movilizaciones y protestas hacen visible la ejecución de una estrategia independiente de los pueblos que buscan la libertad. Sus manifestaciones particulares y su espontáneo desarrollo organizativo para nada opaca su importante papel en la formación de la fuerza popular, todavía en incipiente formación.
Así es como se vislumbran las dos estrategias contrapuestas. Por un lado, el acrecentamiento de la deuda junto al desarrollo de las inversiones, aumento de las ganancias y el destino de recursos públicos al desarrollo de los capitales ligados al sector primario exportador (minería, agricultura, energia). Por otro lado, la exigencia en torno a condiciones mínimas de vida, como vivienda, educación, salud y alimentación.
Esta última, la estrategia de los pueblos libres de Latinoamérica, se encuentra aún en un periodo emergente, fragmentada y dispersa políticamente, pero unida en su interés material y con avances significativos producto de la experiencia de los sucesivos enfrentamientos librados principalmente en los últimos años.
Allí, donde se dirime el escenario futuro, las distintas tendencias dominantes, en las voces de intelectuales, políticos y dirigentes, explicitan sus intereses y enuncian consignas tan falaces como utópicas, promoviendo la confluencia de intereses irreconciliables. Luchan por el desarrollo industrial, proponen el desarrollo científico y tecnológico e intentan fomentar el “consumo interno”, pero sin un sujeto que pueda llevarlo a cabo en pos del bienestar del pueblo.
Así terminan subordinando el programa de necesidades populares a las necesidades de desarrollo del capital en los territorios productivos, aumentando en paralelo la explotación del trabajo y dejando a su paso la miseria humana.
Sólo a condición de que el pueblo trabajador dirija dichas transformaciones será posible llevar adelante una política verdaderamente soberana y emancipadora. Por ello, el fortalecimiento y ampliación del programa popular es la tarea indelegable y urgente de nuestro tiempo.