Dialogamos con Sergio Vaudagnotto, vicepresidente de la Cooperativa Comunicar y miembro de la Federación Asociativa de Diarios y Comunicadores Cooperativos de la República Argentina (FADYCCRA), sobre la situación actual de los trabajadores del sector cooperativo.
¿Que representa el instrumento de la federación para los trabajadores?
En Argentina, por una cuestión geográfica, es muy difícil llevar a cabo las reuniones necesarias entre los representantes de las diferentes provincias, y más en un rubro como el nuestro, que es el de las empresas recuperadas a través de la economía social; empresas que nacieron ya golpeadas, castigadas.
Hacer un viaje para estar dos días afuera implica una inversión importante, aunque a la vez resulta necesario para compartir la problemática de los compañeros de todo el país, ya que la FADYCCRA está conformada por más de 30 medios cooperativos de 18 provincias.
En las reuniones se conocen experiencias distintas y se aprenden muchas cosas, nuevas herramientas. Ponemos en común los proyectos y las ideas que se pueden o no concretar, pero se conversan. Se pueden organizar compras comunitarias u organizar una visita al poder político, que cobra mucha más relevancia si se hace en conjunto, porque no es lo mismo ir a exigir individualmente que ir juntos.
En ocasiones nos ha tocado ir a la Secretaría de Medios a discutir la pauta oficial, por ejemplo. También nos hemos juntado con la cúpula del INAES para pedir que se instrumenten líneas de trabajo que nos sacaron en el anterior gobierno y que significaban apoyo concreto al sector. Pero, en general, es muy difícil conseguir que desde los distintos organismos se tenga una mirada federal. Son muy pocas las excepciones.
Pero, insisto, las distancias que nos separan representan uno de los mayores problemas: se nos complica sentarnos a pensar y analizar juntos hacia dónde debemos ir. Uno de los desafíos más complejos que tienen las federaciones es el de ser ejecutivas. Son estructuras necesarias, pero su funcionamiento merece ser revisado, porque no le sirve demasiado a sus miembros; no se consigue mucho.
¿Qué balance haces de la situación actual de los trabajadores del sector cooperativista?
Hay diferencias entre los trabajadores dentro del cooperativismo. Si bien todos pertenecemos a alguna cooperativa, una cosa es un trabajador de una cooperativa eléctrica que se rige por el estatuto de Luz y Fuerza, ganando sueldos decentes; y otra cosa es ser cooperativista de la 7 de Febrero de recicladores urbanos o de El Diario. No hay una coincidencia generalizada como para englobar a todos en una misma situación.
Algunos reparten lo que logran generar, mientras otros se rigen por la legislación del rubro de origen. Nosotros repartimos lo que nos sobra luego de cumplir con nuestra prioridad, que es la compra del papel, tinta, chapas… Muchas veces no llegamos a los beneficios que establece la Ley 12.908, que es el Estatuto del Periodista por el que se rige nuestra actividad en la faz privada. El mayor beneficio es que, sin patrón, no hay explotación, el grupo sesiona en asambleas y toma sus propias decisiones. Más allá de situaciones mejores o peores, las cooperativas son experiencias altamente recomendables. Como trabajador puedo decir que el primer punto de mi carta de presentación es la experiencia de la Cooperativa Comunicar.
Raul José, un compañero que nos dejó físicamente hace un tiempo, que trabajó en El Diario del Centro del País, dijo que “El Diario fue una revolución, sin que los que la estaban haciendo supieran que lo era”.
Las cooperativas, como sector, son sumamente importantes, si bien a los dueños de poder real no les interesa ni les conviene su despegue, porque pueden desarrollar tanto potencial como se propusieran.
¿Qué pensás de la deuda? ¿Nos condiciona como trabajadores?
Es una herramienta de dominación. Siempre lo fue. Mantenerte endeudado es una forma de mantenerte cautivo. La deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional (FMI) es espuria; no sirvió al común del pueblo, no sirvió para generar puestos de trabajo, ni nada. Solo sirvió para hacer más rico a un puñado de ricos que, de la misma manera que el dinero entró, lo sacó a paraísos fiscales a través de una bicicleta financiera. Además, el préstamo que el FMI le otorgó a la Argentina fue contrario a sus propios estatutos y no pasó por el Congreso, por lo que es doblemente “nulo de nulidad absoluta”, como se suele decir en términos legales.
Y lo único que hace este nuevo acuerdo es cancelar la deuda con otro préstamo, con más plazo para pagarlo. Es decir, para aflojarnos la soga del cuello, pero no para quitárnosla.