El aniquilamiento de los movimientos populares y revolucionarios en Latinoamérica en la década de los 70´ desembocó en un largo periodo de ausencias de enfrentamientos directos entre las clases desposeídas y los proyectos dominantes en la región, proceso denominado la “paz de los cementerios”.
Esta “paz” no anuló los conflictos y las contradicciones, sino que llevó a que el escenario principal de la guerra dejara de librarse directamente entre el movimiento obrero organizado y las clases dominantes. La guerra pasaría a desarrollarse internamente entre las clases dominantes, acrecentando exponencialmente la explotación del trabajo. Sólo a costa de ello podemos hablar de un largo período de “paz” en la cual uno de los contrincantes salió victorioso y subordinó a su contrario.
Pero, lejos de ese aparente final, por abajo continuaron gestándose las resistencias, formándose nuevos cuadros populares y fomentando la organización del pueblo para la defensa de sus intereses. Luego de la larga década neoliberal en la región el movimiento obrero volvió a emerger como fuerza dentro de una alianza que ofreció resistencia durante el comienzo del siglo XXI.
Luego se presentó un viraje en el cuál, aquellas clases pequeñoburguesas que en un principio dieron rienda suelta al movimiento popular se encontraron con dificultades imposibles de resolver dentro de dicha alianza y comenzaron un proceso de unión con fracciones del capital, desprendiéndose de su anclaje popular y obrero.
Ese desprendimiento, y luego de un largo periodo de preparación, permitió a los sectores populares emerger nuevamente como fuerza autónoma y progresista en la región. Muestras de ello fueron los movimientos de resistencia acontecidos en Argentina durante 2017/2018, acompañado de una serie de levantamientos en Ecuador, Colombia, Chile, Bolivia y Perú, salvando sus lógicas diferencias.
El periodo que comienza con la resistencia a la reforma previsional en Argentina hasta el comienzo de la pandemia inaugura un nuevo momento para la lucha popular en Latinoamérica. La paz que marca la subordinación absoluta a los proyectos dominantes empieza a resquebrajarse, y cada vez más se manifiesta el movimiento obrero junto a las clases desposeídas en la región directamente contra sus dominantes.
La avanzada previa a la pandemia sumergió al movimiento en un periodo de tregua, evitando las confrontaciones directas, preparando la fuerza para un nuevo momento de enfrentamiento. Hoy vemos como ese momento se acerca cada vez más, volviéndose inevitable. De su resolución depende el futuro de la especie humana.